Vivir la fe en comunidad

El ser humano ha logrado sobrevivir por el esfuerzo en la unidad y no solo eso, pues también ha credo por ello cultura y tecnología. Las ciencias que  nos estudian como seres humanos, han progresado con el paso de los años, dándonos mayor claridad de lo que somos y nuestra manera de reaccionar. Por un lado conocemos más la necesidad de vivir con nuestros semejantes y el modo de comunicarnos con eficacia, para tener un tesoro en nuestras relaciones personales, sabemos modos, métodos, etc. Por otra parte muchos no logramos tener relaciones verdaderamente significativas, que hagan nuestra vida más plena.

Hemos pasado del anonimato de las grandes ciudades a la exposición pública de la vida, como parte del “Show” de las redes sociales. Es curioso que se pueda ver llegar a un grupo de amigos a un lugar público y que todos saquen su celular para comunicarse con personas que no se encuentran  ahí y estén tan ocupados que entre ellos no se crucen palabras. De igual manera en las familias, hay quienes tienen amigos en otros países, que incluso se juega con ellos y por eso no puede atender a los que tienen en casa. Parece ser tenemos hambre de comunicarnos, pero nos cuesta trabajo hacerlo con los que sí nos conocen, pues esto último parece carecer de emoción. 

Desde el principio de la Iglesia las relaciones interpersonales ocuparon un lugar privilegiado en la vivencia de la fe, dado el mandamiento de Jesucristo del amor a Dios y a los hermanos, así tenemos que en los hechos de los apóstoles se nos habla de esa vida Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y señales. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar.” (Hch. 2,42-47), las comunidades cristianas se fueron extendiendo por todo el Imperio Romano.

En nuestro tiempo las comunidades han ido tomando cada vez más fuerza, el Documento de Aparecida las considera como una de las grandes riquezas a portadas por la fe Católica (Cfr.  DA 99 c).
También se expresa en el mismo documento las características de una Parroquia renovada y es que sea comunidad de comunidades,  todo grupo eclesial,  ha de tender siempre a ser una comunidad. La renovación de las Parroquias, al inicio del tercer milenio, exige reformular sus estructuras, para que sea una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión. Desde la Parroquia, hay que anunciar lo que Jesucristo “hizo y enseñó” (Hch 1, 1) mientras estuvo con nosotros. Su Persona y su obra son la buena noticia de salvación anunciada por los ministros y testigos de la Palabra que el Espíritu suscita e inspira. La Palabra acogida es salvífica y reveladora del misterio de Dios y de su voluntad. Toda Parroquia está llamada a ser el espacio donde se recibe y acoge la Palabra, se celebra y se expresa en la adoración del Cuerpo de Cristo, y, así, es la fuente dinámica del discipulado misionero. Su propia renovación exige que se deje iluminar siempre de nuevo por la Palabra viva y eficaz.” (DA 172).

En la Arquidiócesis de León, siguiendo el Plan Diocesano de Pastoral, nos encontramos en la “Nivelación de la Sectorización” como estructura fundamental para la misión y en el contexto de la Misión Continental, más nos apremia.

La Sectorización de la Parroquia, de la cual ya se habló en un artículo anterior, es la división de una Parroquia en sectores para una mayor atención de todos los miembros, especialmente los más alejados. Los sectores contarán con sus equipos para acercar todos los servicios necesarios a todas las personas.
Se van visitando las casas para llevar la Buena Nueva, los que se sientan llamados, se les invita a vivir un encuentro vivo con Cristo, a través de la predicación kerigmática (de primer anuncio), que lo más frecuente es hacerlo en un retiro de manera intensiva, para luego formar, las “Pequeñas Comunidades” que se irán fundando en los sectores y en donde se caminará junto a los hermanos en la vivencia de la fe. Por ello una Pequeña Comunidad se convierte en el espacio adecuado para reflexionar la Palabra de Dios, hacer oración, vivir la pertenencia a la Iglesia, compartir en la caridad, ser foco de comunión y de iniciativa para promover una vida más fraternal en las colonias o comunidades mayores y por supuesto para continuar con la misión, llegando a más personas que quieran vivir su fe.

Siempre necesitamos como seres humanos esos espacios amables donde podamos ser nosotros mismos, pero también donde podamos proyectarnos en la caridad con el apoyo de otros seres humanos que también anhelan una sociedad más armoniosa. Si te han invitado a una pequeña comunidad, es hora de que te animes a participar, en nombre de Dios.

                                   P. Apolinar Torres O.