Durante el recorrido de la vida todos los seres humanos nos encontramos a diario con encrucijadas, con diversos caminos que se nos ofrecen para recorrer, distintas puertas por abrir; no siempre hay dramatismo en la decisión, ya que nuestros hábitos nos dan la pauta en la elección. Pero no podemos negar que en ocasiones encontramos caminos verdaderamente tentadores que no van con nuestra manera común de obrar y llegamos a tomar senderos que no tienen retorno o nos alejan mucho del proyecto vital que nos habían planteado nuestros principios, los que recibimos de nuestros padres.
También encontramos esos momentos donde las diversas alternativas nos parecen atractivas y viables y sin mucho reflexionar nos atrevemos a recorrer cualquiera con el arrepentimiento posterior de no haber elegido bien o de haber perdido grandes oportunidades que la vida nos presentó.
Las encrucijadas dramáticas también se presentan, donde nos encontramos con el “tómalo ahora o nunca”, o cuando nuestras vidas cambian drásticamente al asumir una determinada oportunidad.
La razón es una herramienta fundamental para encaminarnos en la vida, pero tenemos otra herramienta que algunas personas la utilizan más frecuentemente que la razón, es la intuición, que aunque más incierta se dice que con una personalidad equilibrada funciona bien. Estas dos cualidades humanas Dios nos las ha dado para ir descubriendo la verdad, lo que es bondadoso, lo que más nos conviene para nuestra vida, su voluntad, su llamado.
Hay quienes unen a lo anterior un oído limpio y abierto para escuchar a Dios mismo en cada paso, en cada proyecto, en cada decisión, esto es cultura, es una manera de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás, con el entorno, con el mismo Dios; es Cultura Vocacional, que es uno de los objetivos de la Campaña Vocacional de la Arquidiócesis, realidad que nos toca a todos en todos los momentos de la vida.
El tiempo del adviento también es una destacada oportunidad de oír, de escuchar. Adviento viene de la palabra latina "adventus" que significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Nuestro señor Jesucristo, es el primer periodo del año litúrgico cristiano, que consiste en un tiempo de preparación para celebrar el nacimiento del Salvador y esperar su segunda venida. Su duración es de 21 a 28 días, dado que se celebran los cuatro domingos más próximos a la festividad de Navidad.La Iglesia Católica nos invita a reflexionar en tres momentos: recordar el pasado, para celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Esta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. Esta fue su primera venida. Desde hace muchos años y aún en nuestro tiempo, se habla del espíritu de la Navidad, como una entidad sin referencia a Jesucristo, realidad absurda ya que la misma palabra habla de nacimiento. El espíritu de la Navidad verdadero es la acción del mismo Espíritu de Cristo que penetra los corazones de todos los hombres de la tierra para crear desde el corazón una unidad en torno al misterio del nacimiento del Hijo de Dios en la carne, todo esa bondad que percibimos dentro de nosotros que le da un aire distinto a nuestra vida y nuestras relaciones, viene de el mismo Espíritu de Cristo, no podemos estarlo confundiendo con otras realidades, ni menos con el espíritu mercantilista, escuchemos a nuestro corazón y podremos ver lo que es mas real.También la Iglesia nos invita a pensar en el futuro: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria". Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones; esta es una de las realidades por las que muchas personas han optado por declararse ateos, ya que les molesta saber que un día daremos cuenta de nuestros actos. Así, si no hay quien nos juzgue, pues todo lo que sea estará bien y no solo lo que sea, sino mas bien la justificación de obrar mal. Si hago el mal, si me hago mal, si decido mal no tiene ninguna trascendencia, pero aquí surge una pregunta: aún si no hubiera juicio ¿decidirnos por una vida de maldad no tiene trascendencia?.
Sobre todo se nos invita a reflexionar sobre nuestra vida presente: ¿qué estoy haciendo ahora?, ¿Qué quiero hacer ahora?. Es tiempo de revisar nuestro camino de decisiones, ¿por dónde va mi vida?, ¿cómo estoy decidiendo?, ¿me hace bien a mí y a los demás la vida que he asumido?.A través de la Palabra de Dios reflexionada en la liturgia, nos damos clara cuenta de que Dios nos llama a retomar el sentido de la vida y eso hasta a un no creyente le haría mucho bien, con mayor razón a un católico. Es tiempo de volver a la Misa dominical, de dejar los caminos superficiales que banalizan nuestra persona, de volver a los principios morales.
Nos llama a renovar la vida, analizando lo que llevamos en nuestras mochilas, desde amores, rencores, sinsabores, gozos, etc. para ver qué es lo que si me sirve y que es lo que ya no me hace bien y preparar un mejor interior para recibir los tiempos que se avecinan.
Nos llama también a redimensionar la vida, ¿cuántos años hemos vivido? ¿qué hemos hecho con ellos? ¿cuántos años me faltarán para encontrarme con Cristo en el juicio?. La vida en la tierra no es para siempre, somos caminantes, no nos podemos quedar aquí, por más jóvenes y sanos que nos veamos, no podemos vivir como si no fuéramos a dar cuentas.
Nos llama a volver al amor, reconciliándonos con nuestros seres queridos, a abrirnos a la misericordia con los más pobres. Escucharlo y actuar conforme a sus palabras, nos hará vivir una Navidad profunda en gozo y paz y nuestra vida retomará el rumbo óptimo. Observa la mano de Dios estirada ante ti para invitarte a una mayor cercanía.
Sr. Cura Apolinar Torres O.
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