En el corazón de un cristiano, con frecuencia encontramos la inquietud de saber cómo permanecer en la presencia de Dios y de disfrutar de su sabiduría, para que nos acompañe y podamos hacer en todo su voluntad. Ver a hermanos nuestros adelantar en ese camino y recordar la vida de los santos, nos hace reconocer que es un modo de vivir que podemos recorrer.
Nos alienta el saber que la vida extraordinaria y heroica de los santos inició con esa misma inquietud, a la que Dios mismo responde en su Palabra “Porque estos mandamientos que yo te prescribo hoy no son superiores a tus fuerzas, ni están fuera de tu alcance. No están en el cielo, para que hayas de decir: «¿Quién subirá por nosotros al cielo a buscarlos para que los oigamos y los pongamos en práctica?» Ni están al otro lado del mar, para que hayas de decir: «¿Quién irá por nosotros al otro lado del mar a buscarlos para que los oigamos y los pongamos en práctica?» Sino que la palabra está bien cerca de ti, está en tu boca y en tu corazón para que la pongas en práctica.” (Dt. 30, 11-14).
Desde una visión externa se dice de la Lectio Divina “(latín: lectura divina, 'lectura orante’)? es una metodología de reflexión y oración de un texto bíblico utilizado por católicos desde tiempos medievales. En el centro de la práctica de la lectio divina se encuentra una actitud receptiva y reflexiva de lo que Dios dice por medio de la Palabra.
Contempla cuatro partes: lectio, meditatio, oratio y contemplatio (lectura, meditación, oración y contemplación). Éstas deben realizarse en silencio y contemplativamente. Durante el medioevo, esta metodología era utilizada principalmente entre el clero monástico. Con el tiempo se extendió a los fieles Actualmente es una práctica común sólo entre los católicos practicantes. Quienes la practican dicen encontrar mucho sentido y paz en ella.” (Wikipedia), que muy bien dice que para saber lo que sucede con ella habrá que practicarla
El Papa Benedicto XVI, siguiendo el impulso a la lectura orante de la Palabra de Dios que ha cobrado fuerza en los últimos años, nos dice en la Exhortación Apostólica Verbum Domini: “En los documentos que han preparado y acompañado el Sínodo, se ha hablado de muchos métodos para acercarse a las Sagradas Escrituras con fruto y en la fe. Sin embargo, se ha prestado una mayor atención a la lectio divina, que es verdaderamente «capaz de abrir al fiel no sólo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente».” (VD 87). No solo se puede pensar en el descubrimiento de enseñanzas sabias, que nos ayudarán a vivir bien la vida, se habla del encuentro personal con Jesucristo vivo y resucitado. Una cita con quien es la fuerza para llenar de sentido la existencia.
La Lectio Divina se puede describir como: más que un método de lectura y oración de la Biblia, es una experiencia de Dios, pues a partir del conocimiento del texto escrito, se busca la experiencia fundante que está como base de toda la revelación. En sí todo texto escrito es fruto de una experiencia vivencial del escritor sagrado que ha vivido y experimentado él o el pueblo, una experiencia de encuentro y conocimiento de Dios que lo ha marcado y ha tenido la capacidad de transmitir aquello que ha sido determinante en su vida o en el de la comunidad como ser el descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos en la revelación explícita. Este hecho que ha sido impactante y que lo ha llevado a conocer al Señor que lo ha tocado y marcado, lo ha puesto por escrito. De ahí, que el texto en sí mismo es una experiencia de Dios, en la que el creyente al acercarse al texto escrito debería hacer su propia experiencia de Dios, partiendo del texto revelado, buscar el encuentro vivencial con el Señor.
Podemos encontrar diversas formas de hacer la Lectio, pero el Papa en el mismo documento y número nos explica los pasos a seguir “Quisiera recordar aquí brevemente cuáles son los pasos fundamentales: se comienza con la lectura (lectio) del texto, que suscita la cuestión sobre el conocimiento de su contenido auténtico: ¿Qué dice el texto bíblico en sí mismo? Sin este momento, se corre el riesgo de que el texto se convierta sólo en un pretexto para no salir nunca de nuestros pensamientos. Sigue después la meditación (meditatio) en la que la cuestión es: ¿Qué nos dice el texto bíblico a nosotros? Aquí, cada uno personalmente, pero también comunitariamente, debe dejarse interpelar y examinar, pues no se trata ya de considerar palabras pronunciadas en el pasado, sino en el presente. Se llega sucesivamente al momento de la oración (oratio), que supone la pregunta: ¿Qué decimos nosotros al Señor como respuesta a su Palabra? La oración como petición, intercesión, agradecimiento y alabanza, es el primer modo con el que la Palabra nos cambia. Por último, la lectio divina concluye con la contemplación (contemplatio), durante la cual aceptamos como don de Dios su propia mirada al juzgar la realidad, y nos preguntamos: ¿Qué conversión de la mente, del corazón y de la vida nos pide el Señor?” (Ibid.).
Como la samaritana, nosotros podemos encontrar al Señor que da agua que ya no necesitamos salir a buscar en los pozos, pues Él nos da agua viva, ahí cerca de nosotros, tenemos nuestra Biblia. Para los más jóvenes, se pueden encontrar archivos en audio, para seguir los pasos de la Lectio de los días domingos preparados por una comisión del CELAM (http://lectionautas.com/lectio-divina-dominical) y en otros lugares, para que puedan seguir con sus audífonos mientras van a la escuela o el trabajo. En internet, se encuentran recursos para hacerla diariamente, con comentarios de personas especializadas. Encontrarte con El Señor hoy está muy cerca de ti.
P. Apolinar Torres O.
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