El Año
de la Fe, va siendo un camino fecundo para muchos fieles que ponen su corazón
en las diversas iniciativas de sus parroquias y a nivel diocesano. El
Itinerario de la Diócesis nos invita a vivir la segunda etapa que es la Fe que
celebro. El Papa Benedicto nos anima a vivir integralmente nuestra fe, nos dice
en la carta apostólica Porta Fidei: “Al mismo tiempo, esperamos que el
testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble.
Redescubrir los
contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada [15], y reflexionar
sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe
de hacer propio, sobre todo en este Año.” (Porta Fidei 9), redescubrir la fe
que celebramos será el preámbulo para vivir las celebraciones litúrgicas con
verdadero gozo espiritual y fruto para nuestras vidas, “Deseamos que este Año en todo creyente la aspiración a confesar la
fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también
una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia,
y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la
acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza» [14].” (Ibid.).
Sí, nos viene a
la mente una pregunta ¿cómo celebrar en tiempos difíciles?, es verdad que
vivimos circunstancias adversas a la paz, a la unidad de la familia y a muchos
valores fundamentales y ¿cuántos celebran para olvidarse o negar la realidad,
para hundir la cabeza en la tierra como una avestruz? ¿Este es el caso de la
celebración de los cristianos?, desde el antiguo testamento Dios nos ha dado
una respuesta, en la celebración del pueblo de Israel en el tiempo de Esdras y
Nehemías: "Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones
a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes,
pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza." (Neh. 8,10), Dios por medio
su Palabra nos invita a tomar fuerza para los retos de la vida y sobre todo
para las circunstancias más adversas al celebrarlo, pues Él es apoyo del pobre
y desvalido.
La celebración
cristiana tiene una característica que forma parte del mismo ser del hombre,
nadie celebra un cumpleaños sin sus seres más queridos o en soledad, la
celebración, tiene una ineludible dimensión comunitaria. Los cristianos nos
reunimos a celebrar los misterios que nos dan la salvación y a través de la
celebración Dios se derrama a nosotros, para ser nuestra fuerza.
Una de las
grandes transformaciones que nos trajo el Concilio Vaticano II, fue la manera
de celebrar y a través de las celebraciones, la Iglesia fue viviendo la
renovación que quería el Concilio, celebrar nos cambió la mentalidad, para ser
una Iglesia más consciente de su ser.
La Constitución
Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II, fue totalmente dedicada a la
renovación de la manera de celebrar nuestra fe en la Iglesia, la renovación de
la liturgia, en el número 7 de esta constitución se deja bien claro, porque
celebrar la fe nos transforma: «Con razón se considera la liturgia como el
ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en la que, mediante signos
sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, la
santificación del hombre y, así, el Cuerpo místico de Cristo, esto es, la Cabeza
y sus miembros, ejerce el culto público integral. Por ello, toda celebración
litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es
acción sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo
grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia» (SC 7), Cristo mismo en
la celebración cristiana se hace presente para darnos lo que los signos nos
muestran. Durante este tiempo de la Iglesia, que es tiempo después de
Pentecostés, Cristo vive y actúa en su Iglesia y con ella de una manera nueva,
la propia de este tiempo nuevo. Todos los Sacramentos son parte de la liturgia,
ellos van acompañando las diversas etapas de la vida, aún en los momentos
difíciles como la muerte y la enfermedad, especialmente en esos momentos
necesitamos la presencia Divina, que pone luz en la oscuridad de la pequeñez
humana.
Por medio de la
Liturgia también la Iglesia actúa, manifiesta su ser y lo que ella significa en
medio del mundo, “La liturgia, obra de Cristo, es también una acción de su
Iglesia. Realiza y manifiesta la Iglesia como signo visible de la comunión
entre Dios y de los hombres por Cristo. Introduce a los fieles en la vida nueva
de la comunidad. Implica una participación "consciente, activa y fructífera"
de todos (SC 11).” (Catecismo de la Iglesia Católica 1071), para que esta obra
se realice cada participante ha de vivirla de manera consciente, activa y fructíferamente,
de ahí la importancia de conocer las partes, los signos, lo que a cada uno le
toca en la celebración, seguramente en tu parroquia te pueden proporcionar una
mayor instrucción. Cuando los niños van a la catequesis, se invita a sus padres
para recibir también una formación, ahí puedes aprovechar para conocer más tu
fe y hasta para preguntar aquello que necesitas conocer. Esta etapa del Año de
la Fe es la oportunidad de abandonar la actitud de ir a “oír Misa” y los demás
Sacramentos en los que participamos, para pasar a celebrar nuestra salvación,
celebrar que Dios está entre nosotros con todo su poder, para acompañarnos en
todos los momentos de la vida, en la alegría y en la tristeza.
Conozcamos lo
que celebramos para vivirlo profundamente, y de este modo llevarnos de la
celebración aquellos frutos que nos hacen falta para vivir una vida en la fuera
y la alegría del mismo Dios.
P. Apolinar Torres O.
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