PROCESO PARA LA PROFUNDIZACIÓN DEL DOCUMENTO DE APARECIDA


Subsidio I
Objetivo de todo el proceso:
“Profundizar en el conocimiento del Documento de Aparecida, impregnados del espíritu eclesial de la Nueva Evangelización,  para seguir formando en todos una conciencia misionera que nos ayude a realizar la Misión Permanente a través del nuevo Plan Diocesano de Pastoral”.

Itinerario 2014:
·         Enero: Espiritualidad y Conversión.
·         Febrero: La Misión
·         Marzo: Los Laicos
·         Abril: El Discipulado Misionero
·         Mayo: Familia y Jóvenes.
·         Junio: Eclesiología y Parroquia.

SUBSIDIO 1

 ESPIRITUALIDAD Y CONVERSIÓN

INTRODUCCIÓN.
Este subsidio se entrega como un apoyo en la profundización del documento de Aparecida, pero es importante ir directamente al documento. Para la conversión pastoral se tienen principalmente los números del 365 al 372.




También es recomendable consultar:
Salvador Valadez Fuentes. “Espiritualidad de la acción Misionera” Editorial Buena Prensa.
Pedro Jaramillo. “Espiritualidad del Discípulo Misionero” 100 pistas del camino de Aparecida. Editorial Desclée De Brouwer.
El capítulo V de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco.
ESPIRITUALIDAD  Y CONVERSIÓN
Diciembre de 2013

ESPIRITUALIDAD

Por espiritualidad, se entiende no sólo una parte de la vida, ni únicamente los actos litúrgicos y los espacios privados de devoción, sino la vida toda guiada por el Espíritu Santo.  (Cfr. DA 284).

La espiritualidad cristiana resulta de la relación de amor que Dios, Uno y Trino, en Jesucristo su Hijo,  ofrece al hombre, y a la que éste responde por la fe, la esperanza y la caridad, impulsado siempre por la acción del Espíritu Santo.

La vida espiritual se manifiesta en cada cristiano según su condición. “Cuando el impulso del Espíritu impregna y motiva todas las áreas de la existencia, entonces también penetra y configura la vocación específica de cada uno. Así se forma y desarrolla la espiritualidad propia de presbíteros, de religiosos y religiosas, de padres de familia, de empresarios, de catequistas, etc.  Cada una de las vocaciones tiene un modo concreto y distintivo de vivir la espiritualidad, que da profundidad y entusiasmo al ejercicio concreto de sus tareas” (DA 285).

Entre los elementos que, en cada persona,  dan soporte a la espiritualidad de la vida diaria sobresalen la oración, la escucha de la Palabra de Dios y la Eucaristía. 

“La oración personal y comunitaria es el lugar donde el discípulo, alimentado por la Palabra y la Eucaristía, cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la voluntad del Padre. La oración diaria es un signo del primado de la gracia en el itinerario del discípulo misionero”. (DA, 255)

Jesucristo advirtió a sus apóstoles “Estén atentos y oren para no caer en la tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”. (Mt 26, 41). Él mismo en los momentos decisivos de su vida, antes de actuar, se retiraba a un lugar solitario para entregarse a la oración (Mc 1,35; Lc 9, 28) y de manera especial en Getsemaní ante la prueba suprema de la pasión (Mt 26, 36-42). 

“En un mundo sediento de espiritualidad y conscientes de la centralidad que ocupa la relación con el Señor en nuestra vida de discípulos, queremos ser una Iglesia que aprende a orar y enseña a orar. Una oración que nace de la vida y el corazón y es punto de partida de celebraciones vivas y participativas que animan y alimentan la fe”. (DA, Mensaje final 3)

No es posible el encuentro con Dios si no es en Jesucristo. Este encuentro se inicia con el Kerygma, “Sin el kerygma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al Señor. Sólo desde el kerygma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera” (DA 278 a), y tiene sus lugares principales en la Sagrada Escritura y privilegiadamente en la Eucaristía.

“Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura, hay una privilegiada a la que todos estamos invitados: la Lectio divina o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura. Esta Lectura orante, bien practicada, conduce al encuentro con Jesús–Maestro, al conocimiento del misterio de Jesús-Mesías, a la comunión con Jesús-Hijo de Dios, y al testimonio de Jesús-Señor del universo” (DA 249).

La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo. Con este Sacramento, Jesús nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo”. (DA, 251)

La piedad popular “precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina”, también constituye un espacio importante de encuentro con Cristo. (Cf. DA 263).

De un auténtico encuentro con Cristo surge la fascinación de su persona que nos invita a seguirlo como sus discípulos y permanecer con Él para luego ser enviados. “El seguimiento es fruto de una fascinación que responde al deseo de realización humana, al deseo de vida plena. El discípulo es alguien apasionado por Cristo, a quien reconoce como el Maestro que lo conduce y acompaña” (DA 277).

“Es necesario formar a los discípulos en una espiritualidad de la acción misionera,… El discípulo y misionero, movido por el impulso y el ardor que proviene del Espíritu, aprende a expresarlo en el trabajo, en el diálogo, en el servicio, en la misión cotidiana.” (DA 284).

Y en el seguimiento de Jesús, “aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida. Hoy contemplamos a Jesucristo tal como nos lo transmiten los Evangelios para conocer lo que Él hizo y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales circunstancias” (DA139), haciendo creíble el testimonio verbal.

Nuestro modelo de espiritualidad, y por lo tanto de espiritualidad misionera, lo encontramos en María Santísima. “Ella ha vivido por entero toda la peregrinación de la fe como Madre de Cristo y luego de los discípulos, sin que le fuera ahorrada la incomprensión y la búsqueda constante del proyecto del Padre. Alcanzó, así, a estar al pie de la cruz en una comunión profunda, para entrar plenamente  en el misterio de la Alianza.” (DA 266).

La auténtica vida espiritual transforma en evangelizadores “cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo.” (DA 552).

CONVERSIÓN
La conversión constituye el segundo aspecto fundamental del proceso de formación de los discípulos misioneros: a) El Encuentro con Jesucristo. b) La Conversión. c) El Discipulado. d) La Comunión. Y e) La Misión. (D.A 278)
Conversión personal
El término conversión que en hebreo se dice “teshuvá”, y en griego “metanoia”, significa retornar. Consiste en un viraje profundo, un cambio de mentalidad, de valores, de criterios básicos; no es un conjunto de actos de piedad, o prácticas de penitencia; es el permanente cambio de modo de pensar de acuerdo a la Palabra de Dios, es el cambio de corazón “Les daré un corazón íntegro e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que sigan mis leyes y pongan por obra mis mandatos” (Jer. 11,19-20).
La conversión personal ha de ser una actitud permanente del bautizado, como respuesta a la llamada universal a la santidad: “Por tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo” (Mt 5, 48), y como condición necesaria del seguimiento de Cristo. (Cfr. DA 278)
La actitud permanente de conversión nace de la experiencia del encuentro con Dios por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo. Después de la pesca milagrosa dijo San Pedro: “Señor, apártate de mí que soy un hombre pecador” (Lc 5,8).San Pedro sintió que su vida debía cambiar para hacerse digno de la presencia de Cristo.
La conversión es un cambio profundo de actitudes, una nueva orientación del conjunto de la vida. Esa transformación afecta a todos los aspectos de la vida personal, a la relación con Dios, con el prójimo, con el trabajo, con nuestras responsabilidades, las vacaciones, la relación y compromiso con la sociedad. Es un apartarse de las malas acciones y un entregarse a una confianza plena en Dios, en su voluntad.
La conversión no consiste, por tanto, únicamente en abandonar una vida de pecado, sino en adaptarse a una alianza de amor, de intimidad con Dios; sólo puede llevarse a cabo como participación del Misterio Pascual de Cristo.
La conversión es, en primer lugar, obra de Dios. Ya desde el Antiguo Testamento se decía “Señor, haznos volver hacia ti y volveremos” (Lam 5,21). Jesucristo nos dice “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos: quien permanece en Mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de Mí no pueden hacer nada” (Jn 15, 5).
La conversión es también obra del hombre, pero del hombre atraído por el Padre: “Nadie puede venir a Mí si no lo atrae el Padre que me envió” (Jn. 6,44).
Como síntesis de todo lo dicho hasta aquí, tenemos el No. 278 b del documento de Aparecida, que a la letra dice: “La Conversión: Es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras Él, cambiando su forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente de que  morir al pecado es alcanzar la vida”.
Conversión Pastoral
El día de hoy todo mundo quiere ser autónomo, disponer libremente, hacer prevalecer las  propias iniciativas, aferrarse al narcisismo egocéntrico. Esta cultura también suele encontrarse en la pastoral de la Iglesia. Por el contrario, a veces no se tienen  iniciativas, sino que se vive en la modorra y comodidad de costumbres  obsoletas. 
“La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos, Presbíteros, Diáconos permanentes, Consagrados y Consagradas, Laicos y Laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir (Ap. 2, 29) a través de los signos de los tiempos en que Dios se manifiesta.” (DA 366).
“La conversión de los Pastores nos lleva también a vivir y promover una espiritualidad de comunión y participación…Hoy más que nunca, el testimonio de comunión eclesial y la santidad son un urgencia pastoral” (DA 368).
“La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (DA 370).
Todo esto se hace posible mediante el Plan Diocesano de Pastoral: “El proyecto pastoral de la Diócesis, camino de Pastoral Orgánica, debe ser una respuesta consciente y eficaz para atender las exigencias del mundo de hoy…. Los laicos  deben participar del discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la ejecución. (Cf. DA 371).
La conversión pastoral, que siempre requiere  la conversión personal, exige desinstalarnos  de posibles rutinas en que hemos caído, en deshacernos de estructuras o costumbres obsoletas, de días y de horarios inadecuados, de individualismos estériles.
Que Dios nos ayude a vivir eclesialmente la conversión personal y pastoral, como una correspondencia a su gracia, no vaya a ser que el cambio sea obligado como respuesta al desprecio e indiferencia que nos muestre la  sociedad, o a la fuerza arrolladora de la violencia. 
Obispo Juan Frausto Pallares.

RECOMENDACIÓN
Es importante que con los Consejos Parroquiales, se busquen las estrategias para llegar al mayor número de fieles teniendo en cuenta los siguientes estratos:
1.       Todos los Agentes de Pastoral.
2.       Los miembros de grupos, estructuras y apostolados.
3.       Los laicos que reciben las diferentes catequesis.
4.       Los miembros de pequeñas comunidades en los sectores parroquiales.
5.       Las personas que asisten a la Celebración Dominical.
6.       A los alejados que no participan en ninguno de los grupos anteriores.
Vicaría de Pastoral
Arquidiócesis de León

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