Objetivo de todo el proceso:
“Profundizar
en el conocimiento del Documento de Aparecida, impregnados del espíritu
eclesial de la Nueva Evangelización,
para seguir formando en todos una conciencia misionera que nos ayude a
realizar la Misión Permanente a través del nuevo Plan Diocesano de Pastoral”.
Itinerario 2014:
·
Enero:
Espiritualidad y Conversión.
·
Febrero: La
Misión
·
Marzo: Los
Laicos
·
Abril: El
Discipulado Misionero
·
Mayo: Familia y
Jóvenes.
·
Junio:
Eclesiología y Parroquia.
SUBSIDIO
III
EL LAICO EN
LA IGLESIA Y EN EL MUNDO.
NOTA:
Esta exposición está tomada básicamente del artículo de Gregorio Iriarte,
o.m.i., adaptada de forma mínima a nuestra realidad diocesana.
INTRODUCCIÓN.
1.- La realidad de nuestras parroquias rebasa el
esfuerzo de los sacerdotes, por esto, es necesario abrir más espacios para el
trabajo de los laicos para que la Iglesia pueda cumplir con su misión, pero aún
con esta necesidad no podemos olvidar que: Los laicos deben evangelizar en
virtud, sobre todo, de un derecho y un deber inherente a su condición de
miembros plenos de la Iglesia que les otorga su bautismo.
2.- La siguiente exposición se basa, sobre todo, en
la doctrina del Concilio Vaticano II, en las enseñanzas de los últimos Papas y
el documento de Aparecida sobre la naturaleza y la misión del laicado.
3.- Para un Plan de Pastoral en el que se quiera
involucrar, en forma muy amplia y eficiente a los laicos como elementos más
dinámicos y decisivos, hay que partir del verdadero concepto del laico en la
doctrina de la Iglesia.
4.- La idea que predomina, tanto entre los
sacerdotes, como en la gran mayoría de nuestro pueblo, es considerar al fiel
laico y laica como elementos de segunda o tercera clase en la Iglesia… Deben
colaborar, pero no tienen ningún poder de planificación o decisión… Son buenos
y, sobre todo, "muy buenas" para la catequesis, para visitar los
enfermos, para realizar ciertos servicios necesarios en la Parroquia…. pero el
laicado no pasa de ser un elemento auxiliar a las órdenes del clero.
5.- Es evidente que un Plan de Pastoral auténtico no
debe partir de una concepción equivocada del laicado, ya que entonces nace
totalmente desvirtuado.
Se expondrá muy brevemente lo que la Iglesia enseña
acerca de lo que son y lo que deben ser los laicos, tanto en la pastoral y como
en su relación con las realidades temporales.
I.-
EVANGELIZAR: UN DERECHO Y UN DEBER QUE PARTEN DEL BAUTISMO.
Junto a los "ministerio clericales" deben
estar presentes los "ministerios laicales" dice la Exhortación
Apostólica "Christifideles Laici" de Juan Pablo II: Estos ministerios
laicales, dice el Papa, "tienen su fundamento sacramental en el Bautismo y
en la Confirmación"
Dicen nuestros Obispos en Aparecida: "Los
fieles laicos son cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo,
que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo Sacerdote,
Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo
cristiano en la Iglesia y en el mundo. Son hombres (y mujeres) de Iglesia en el
corazón del mundo y hombres (y mujeres) del mundo en el corazón de la
Iglesia" D.A. 209)
"Su misión propia y específica se realiza en el
mundo, de tal modo que, con su testimonio y actividad, contribuyen a la
transformación de las realidades y la creación de estructuras justas, según los
criterios del Evangelio" (D.A. 210)
El
Documento de Aparecida especifica las funciones del laico en la Pastoral:
"Los laicos también están llamados a participar
en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en
segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica
y otras formas de apostolado, según las necesidades locales bajo la guía de sus
pastores. Ellos estarán dispuestos a abrirles espacios de participación y a
confiarles ministerios y responsabilidades en una Iglesia donde todos vivan de
manera responsable su compromiso cristiano. (D.A. 211)
Sigue diciéndonos Aparecida sobre las
responsabilidades del laico en la evangelización:
"Para cumplir su misión con corresponsabilidad,
los laicos necesitan una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un
adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo y de los valores del
Reino en el ámbito de la vida social, económica, política y cultural".
(D.A. 212)
"Hoy, toda la Iglesia en América Latina y El
Caribe quiere ponerse en un estado de misión. La evangelización del Continente,
no puede realizarse hoy sin la colaboración de los fieles laicos. Ellos han de
ser parte activa y creativa en la elaboración y ejecución de los proyectos pastorales
en favor de la comunidad. Esto exige, de parte de los pastores, una mayor
apertura de mentalidad para que entiendan y acojan el "ser" y el
"hacer" del laico en la Iglesia, quien, por su Bautismo y su
Confirmación, es discípulo y misionero de Jesucristo. En otras palabras, es
necesario que el laico sea tenido muy en cuenta con un espíritu de comunión y
participación" (D.A. 213)
"Reconocemos el valor y la eficacia de los
Consejos Parroquiales, Consejos Diocesanos y Nacionales de los fieles laicos,
sigue diciéndonos Aparecida, porque incentivan la comunión y la participación
en la Iglesia y su presencia activa en el mundo. La construcción de la
ciudadanía, en el sentido más amplio, y la construcción de eclesialidad en los
laicos, es uno solo y único movimiento". (D.A. 215)
Nos dice también Aparecida que los laicos, no solo
deben ser colaboradores eficaces en la implementación de los valores del Reino,
sino que además "deben participar en el discernimiento, la toma de
decisiones, la planificación y la ejecución" de las tareas pastorales.
(D.A.371)
II-.
LA IGLESIA: UNA COMUNIDAD DE IGUALES.
Aunque diferentes, todos en la Iglesia somos
iguales. La Iglesia, esencialmente, es una comunidad de iguales. El Apóstol
Pedro expresa muy claramente los títulos de la dignidad de todo cristiano:
"Uds. son una raza elegida, un reino de
sacerdotes, una nación consagrada, un pueblo adquirido para anunciar las
maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Uds.
antes no eran un pueblo, ahora son el Pueblo de Dios " (1 Pedro.2, 9)
El Concilio Vaticano II fue muy explícito al
insistir en que en la Iglesia no hay (no debe haber) ninguna desigualdad. Dice
así:
"Por lo tanto, el pueblo de Dios por Él
elegido, es uno: un solo Señor, una fe, un bautismo. Es común la dignidad de
los miembros; común la gracia de filiación; común la llamada a la perfección.
Una sola salvación, única la esperanza e indivisa la caridad. No hay, por
consiguiente, en Cristo y en la Iglesia ninguna desigualdad (Vat. II. LG. n.32)
Este ideal de comunión fraterna se basa en que la
dignidad principal del cristiano la confiere el Bautismo. Este Sacramento nos
otorga a todos la máxima dignidad de ser hijos de Dios. Todos somos hermanos y
hermanas por eso, en los "Hechos de los Apóstoles", se dice que las
primeras comunidades cristianas "tenían un sólo corazón y una sola
alma".
Por lo tanto, entre sacerdotes y laicos debe existir
una verdadera igualdad. Lo que identifica a ambos es más que lo que los
diferencia. Cualquier relación con carácter de dominación en la Iglesia debe
ser rechazada.
Sin embargo, debemos reconocer que persisten en la
Iglesia una mentalidad y unas prácticas de un claro verticalismo. No predomina
entre los Obispos, Sacerdotes y Religiosos ni entre nuestro pueblo, la
conciencia viva de esa igualdad fundamental dentro de la Iglesia.
III.-
LAICOS/AS EN EL CORAZÓN DEL MUNDO.
Lo expresa bellamente la frase de Puebla:
"Hombres de Iglesia en el corazón del mundo y hombres del mundo en el
corazón de la Iglesia".
Ya en el Doc. de Santo Domingo se decía que "
los laicos, esos hombres de Iglesia, en la mayoría de los casos, no están en el
corazón del mundo y tampoco en el corazón de la Iglesia!!!!!… La mayor parte de
los laicos no ha tomado conciencia de su plena pertenencia a la Iglesia. Se
sienten católicos, pero no Iglesia. Pocos asumen los valores cristianos como un
elemento principal de su identidad y, por lo tanto, no perciben la necesidad de
un compromiso eclesial y evangelizador. Como consecuencia, el mundo del trabajo,
de la política, de la economía, de la ciencia, de las artes, de los medios de
comunicación social… no son guiados por criterios evangélicos.
Debemos subrayar la importancia histórica y de
capital importancia que asume en el mundo de hoy la vocación laical.
"Los laicos, dice el Concilio, están llamados
por Dios, para que, desempeñando su propia vocación, guiados por el espíritu
evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde adentro, a modo
de fermento".
IV.-
CRISIS DE IDENTIDAD CATÓLICA EN LOS LAICOS.
Nuestros Obispos constatan algunas deficiencias muy
notorias en el compromiso evangelizador de los fieles laicos:
- Persistencia
de cierta mentalidad clerical en numerosos agentes de pastoral, clérigos e
incluso laicos. (Doc. S.D. N.93)
- Muchos
laicos/as se dedican de manera preferente a tareas dentro del ámbito eclesial.
(S. D. n 93)
- Poco
reconocimiento, tanto en los sacerdotes como en el pueblo, del carácter secular
que constituye la identidad propia y específica del laico/a
- Falta
de formación e interés por la teológica y por la profundización en la Palabra
de Dios.
- Carencia
notoria de conocimientos y de aplicación práctica de la Doctrina Social de la
Iglesia.
- Escaso
acompañamiento de los sacerdotes a los laicos en su compromiso pastoral y socio-político.
- La
gran mayoría del laicado no tiene conciencia clara de ser Iglesia.
- No
se ha dado una formación sistemática ni una participación real de los laicos en
la planificación y en la puesta en marcha de los planes pastorales.
- Se
perciben en muchos laicos ciertas tendencias hacia una espiritualidad
individualista e intimista, alejada de un compromiso evangelizador.
- Relativismo,
cada vez más presente y más negativo, tanto en relación con los valores éticos,
como en lo religioso.
- Esta
crisis de identidad de los fieles laicos en el área socio-político se expresa
en el temor a manifestarse en lo que se es, en lo que cree y en lo que piensa.
La presencia de personas católicas, de auténtica
formación religiosa, en partidos políticos y en importantes funciones de
Gobierno ha sido muy común a lo largo de nuestra historia. Sin embargo, es una
presencia tan discreta y tan timorata que no se llega a sentir.
Años atrás existía una idea clara de la identidad
católica y de su consecuente "militancia". En ellos estaba más clara
la idea y el compromiso de hacer realidad los valores del Evangelio en la
realidad socio-política del país.
El Documento de Aparecida quiere superar esa
"crisis de identidad católica" en los fieles laicos impulsándoles a
que con sus aportes vayan transformando nuestra realidad a la luz del Evangelio
y de la Doctrina Social de la Iglesia.
"Hay que ser portadores, dice Aparecida, de una
respuesta consciente y eficaz para atender las necesidades del mundo de hoy con
indicaciones programáticas concretas, objetivos y métodos de trabajo, de
formación y valoración de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios
que permitan que el anuncio de Cristo llegue a las personas…modele las
comunidades e incida profundamente, mediante el testimonio de los valores
evangélicos en la sociedad y en la cultura"… (D.A. 385)
"No se trata solo de estrategias para procurar
éxitos pastorales, sino de la fidelidad en la imitación del Maestro, siempre
cercano, accesible, disponible para todos, deseoso de comunicar vida a cada
rincón de la tierra". (D.A. 386)
En el momento actual se da también en América Latina
un repliegue de excelentes laicos y laicas como lo constata Aparecida. En el
área de lo político predomina la decepción, la desconfianza y la crítica continúa
contra los políticos, de cualquier tendencia que sean.
No se ha logrado articular la dimensión de la fe y
las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia con el compromiso político.
La fe y el compromiso socio-político aparecen como dos polos antagónicos y
totalmente distanciados. Falta llegar a una verdadera síntesis que le dé pleno
sentido a la fe desde el compromiso social y que, a su vez, lo social sea
vivificado y animado por esa misma fe.
El Documento de Aparecida quiere que se encuentre esa
respuesta formando fieles laicos con un verdadero compromiso socio-político,
inspirado en los valores el Evangelio y en las normas y directivas de la
enseñanza de la Iglesia.
V.-
HACIA UNA PASTORAL MÁS LAICAL.
El Doc. de Aparecida hace frecuentes alusiones a la
Doctrina Social de la Iglesia y al compromiso transformador que deben impulsar,
ante todo, los laicos/as.
Debemos tener muy claro que cuando hablamos de
compromiso político del cristiano, no estamos insinuando la formación de algún
partido político de tipo confesional. Esto es claramente rechazado por
Aparecida y por el Discurso Inaugural de Benedicto XVI.
El Doc. de Aparecida, siguiendo las orientaciones
del Concilio Vat. II y de Magisterio, defiende la independencia de la Iglesia
en materia política y no se identifica con las propuestas concretas de los
Partidos. Su misión está en anunciar los valores del Reino y tratar de que esos
mismos valores estén presentes en las distintas opciones de los partidos
políticos.
Es necesario llegar a una verdadera síntesis entre
la fe y las opciones políticas para lograr que haya una presencia más eficaz,
honesta y transformadora en nuestras principales instituciones.
Uno de los aspectos más importantes en orden a la
participación de los cristianos en la política es el de la ética. Si analizamos
la trayectoria de los partidos políticos en los últimos años vemos que su
actuación está casi siempre viciada por una creciente corrupción que se expresa
en enriquecimientos ilícitos, negociados, cuantas bancarias secretas,
sobreprecios en los contratos, nepotismo…etc.
El Evangelio es una verdadera veta y manantial de
valores morales para orientar el compromiso socio-político. Los aportes de los
líderes católicos en este sentido, podrán constituirse en un valor extraordinario
para encauzar la vida de los partidos por caminos de honestidad, justicia y
transparencia.
Una verdadera pastoral socio-política trata de que
se concreten en nuestras instituciones y en la vida de nuestros pueblos esos
valores fundamentales que aporte el Evangelio: valores de solidaridad, de
justicia, de equidad, de fraternidad, de igualdad, de libertad…etc.
Todos sabemos que la fe no es un mero catálogo de
verdades abstractas. Es acontecimiento, es experiencia, es vida…. Hay que
articular, por lo tanto, la fe con la vida; la práctica de las virtudes
personales con las virtudes sociales.
Hay corrientes de pensamiento dentro de algunos
movimientos de la Iglesia que pretenden legitimar el a-politicismo, en aras de
una pretendida imparcialidad.
El Doc. de Aparecida está totalmente en contra de
todo lo que implique privatización de la fe, ya que, en el fondo, es reducir el
dinamismo de la fe al área de la conciencia individual.
Las grandes líneas políticas orientan la vida de los
pueblos con normas de conducta que implican a todos los ciudadanos. Los
principios que constituyen lo esencial de la doctrina de la Iglesia solamente
pueden estar presentes y vigentes en la medida que los laicos cristianos los
aporten y los defienden con su palabra y con su conducta.
El Papa Benedicto XVI se refirió a este tema en su
visita a Cerdeña en términos bien claros y precisos:
"Evangelizar el mundo del trabajo, de la
economía y de la política que necesita una nueva generación de laicos
cristianos comprometidos, capaces de buscar con competencia y rigor moral
soluciones de desarrollo sostenible" (Benedicto XVI, Vida Nueva n.2.627)
VI.-
LA IDENTIDAD Y LA FORMACIÓN LAICAL.
El Concilio Vat. II se sirvió de la metáfora de la
levadura para definir, muy apropiadamente, la misión del laico en el mundo:
Los laicos "están llamados por Dios para que,
desempeñando su propia vocación y guiados por el espíritu evangélico,
contribuyan a la santificación del mundo como desde adentro, a modo de
fermento" (LG 31)
Esta transformación del mundo incluye,
inevitablemente, el compromiso político, teniendo como horizonte el que siempre
se defienda y se concretice el ideal del "bien común".
Para que ese compromiso sea eficaz y coherente con
los valores del Evangelio, es de absoluta necesidad el impulsar centros donde
se imparta, en forma sistemática, la formación de los laicos en su compromiso
cristiano. Dice al respecto el Doc. de Aparecida:
"Destacamos que la formación de los laicos y
laicas debe contribuir, ante todo, una actuación como discípulos en el mundo,
en la perspectiva del diálogo y de la transformación de la sociedad. Es urgente
una formación específica para que puedan tener una incidencia significativa en
los diferentes campos, sobre todo, en el vasto mundo de la política, de la realidad
social y de la economía, como también de la cultura, de las ciencias y de las
artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación y de otras
realidades abiertas a la evangelización" (D.A. 300)
Hay que superar, por lo tanto, lo que con mucha
claridad, señalaba el Doc. de Santo Domingo:
"La persistencia de cierta mentalidad clerical
en numerosos agentes de pastoral, clérigos e incluso laicos. La dedicación de
muchos laicos, de manera preferente, a tareas intra-eclesiales y una deficiente
formación, les privan de dar respuestas eficaces a los desafíos actuales de la
sociedad" (D.SD. 96)
Urge, de un modo especial, el potenciar el
desarrollo de la conciencia crítica en relación con la cultura machista y
patriarcal en la que está inmersa nuestra sociedad y nuestra Iglesia, superando
la discriminación contra la mujer donde hombres y mujeres vivamos una verdadera
integración y reciprocidad. Es evidente, por otro lado, que la presencia de la
mujer en la Iglesia, fuera de ser notablemente mayoritaria, es también la más
disponible para el compromiso evangelizador. Baste un dato para percibir que la
respuesta de la mujer a la vocación misionera es mucho más numerosa y efectiva
que la del hombre: actualmente hay en Latinoamérica 85.000 mujeres consagradas
en la vida religiosa frente a solo 35.000 varones.
El Papa Francisco en Evangelii Gaudium nos dice:
“Porque «el genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida
social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el
ámbito laboral» y en los diversos lugares donde se toman las decisiones
importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales.” (E.G. 103)
Los procesos históricos de transformación implican
opciones políticas, económicas, culturales…etc. Es misión de la Iglesia es
asumir y animar todo lo positivo de esos procesos. Para ello hay que discernir
los valores y los anti-valores que están en juego de tal modo que sean
orientados en bien la sociedad.
El Papa Francisco nos plantea que la manera de formar
a los laicos y los espacios que se les brindan para su actuación, afecta la
conciencia de su ser y actuar en la Iglesia y en el mundo “Ha crecido la
conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con
un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y
una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la
celebración de la fe. Pero la toma de conciencia de esta responsabilidad laical
que nace del Bautismo y de la Confirmación no se manifiesta de la misma manera
en todas partes. En algunos casos porque no se formaron para asumir
responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio en sus
Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de un excesivo
clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones.” (E.G. 102)
Un proceso de auténtica formación debe avanzar sobre
tres grandes líneas:
a) El área de la política dentro de la máxima
participación ciudadana e impulsando los valores de la democracia: solidaridad,
igualdad, justicia social, honestidad, fraternidad, libertad...
b) El área de lo económico, buscando el mayor
bienestar material para toda la población, con una distribución equitativa de
los ingresos, impulsando el desarrollo sostenible y otorgando a todos igualdad
de oportunidades.
c) El área del desarrollo humano, con los servicios
básicos, como salud y educación para toda la población, sin discriminación
alguna, impulsando y haciendo realidad los valores culturales, éticos y
religiosos.
Para tener una sociedad nueva necesitamos hombres y
mujeres nuevas. Para el cristiano el modelo de "hombre nuevo" está en
Jesús de Nazareth. Debemos trabajar y soñar por una Iglesia consciente de su
condición de pueblo de Dios, pueblo de bautizados. Una Iglesia profética y
ministerial, fiel a la Palabra de Dios y servidora de todas las personas.
Una Iglesia donde los laicos sean verdaderamente
protagonistas y en la que las mujeres recuperen su voz y su dignidad, tantas
veces ignorada y violada.
Con el primer Plan Diocesano de Pastoral los laicos
de nuestra Diócesis dieron un paso adelante, han ido tomando poco a poco su
lugar dentro de la Iglesia y a través de la formación van conociendo su
responsabilidad con las realidades temporales. Para permitir que la palabra de
los Obispos de América Latina y el Caribe renueve nuestra manera de hacer
pastoral, tendremos que trabajar juntos sacerdotes y laicos desde la misma
elaboración y la toma de decisiones para el nuevo Plan Diocesano, que abrirá un
tiempo nuevo en el caminar de nuestra Iglesia Diocesana.
Vicaría
de Pastoral
Arquidiócesis
de León
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