Estrenando un tiempo nuevo Por Sr. C. Apolinar Torres



Estrenando un tiempo nuevo

 
Con el favor de Dios hemos iniciado el 11 de octubre,  “El Año de la Fe”, con motivo del 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el vigésimo de la edición del Catecismo de la Iglesia Católica. La apertura se celebró con una Misa Solemne en plaza de San Pedro en Roma, presidida por el Papa Benedicto XVI. Asistieron El Patriarca de Constantinopla Bartolomé primeo, el arzobispo de Canterbury Rowan Williams,  los Patriarcas y a los Arzobispos Mayores de las Iglesias Católicas Orientales,  los Presidentes de las Conferencias Episcopales, los Obispos asistentes al sínodo y un gran número de fieles de diversas partes del mundo.


En nuestra Diócesis, se realizó la celebración en la Plaza Expiatorio, fue presidida por el Obispo Auxiliar Don Juan Frausto Pallares, asistieron gran número de sacerdotes y fieles.
El Papa en su homilía quiere darle el sentido al “Año de la Fe” nos dice a propósito de los signos de la procesión de entrada: “Nos invitan a entrar más profundamente en el movimiento espiritual que ha caracterizado el Vaticano II, para hacerlo nuestro y realizarlo en su verdadero sentido. Y este sentido ha sido y sigue siendo la fe en Cristo, la fe apostólica, animada por el impulso interior de comunicar a Cristo a todos y a cada uno de los hombres durante la peregrinación de la Iglesia por los caminos de la historia.” (Benedicto XVI Homilía de la Santa Misa de la apertura del Año de la Fe). La Iglesia entró en un proceso de renovación con el Concilio Vaticano II, que ahora retomaremos para profundizar su enseñanza, esta renovación nos ha llevado a la experiencia inicial de la historia de nuestra fe, a la vivencia de los primeros cristianos y a retomar la razón por la que Nuestro Señor Jesucristo fundó una comunidad, que inició con sus discípulos y apóstoles. Como católicos somos llamados a conocer y llevar a la práctica los documentos del Concilio Vaticano II, que buscar responder fielmente el los tiempos que vivimos al Evangelio proclamado por Jesucristo y difundido por la Iglesia primitiva encabezada por los apóstoles.
El Papa centra la homilía en la obra de la evangelización,  obra de la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu santo y el papel de la Iglesia, nos dice “Es un movimiento que parte del Padre y, con la fuerza del Espíritu, lleva la buena noticia a los pobres en sentido material y espiritual. La Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de Cristo, porque está unida a Él como el cuerpo a la cabeza. «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21). Así dice el Resucitado a los discípulos, y soplando sobre ellos, añade: «Recibid el Espíritu Santo» (v. 22). Dios por medio de Jesucristo es el principal artífice de la evangelización del mundo; pero Cristo mismo ha querido transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo hasta el final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los discípulos” (Ibid), estas afirmaciones nos llevan a vivir una fe íntegra y no fraccionada,  no podemos crear un sistema de creencias a nuestra medida, ya que no serían capaces de llevarnos a la salvación. También nos habla del “vacío” que mucha gente predica, “ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío.” (Ibid.), ¿ese vacío de Dios qué es lo que está haciendo con la humanidad? Nos lleva al sin sentido de la vida, al uso equivocado de la libertad, a pisotear nuestra dignidad humana, a la muerte.
Pero nos abre a la esperanza, al meditar sobre esa experiencia de desierto: “precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es cómo podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa.” (Ibid.) nos invita a mirar detrás de muchas acciones y actitudes negativas del hombre de nuestro tiempo, para encontrar los signos de búsqueda de la trascendencia de la vida y orientar de manera adecuada esa inquietud de nuestras almas.
Don Juan Frausto Pallares, Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de León, nos dijo en la homilía de nuestra apertura del “Año de la Fe”, “El Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión a nuestro Señor Jesucristo que con su muerte y resurrección nos manifiesta el amor que Dios nos tiene, ofreciéndonos siempre el perdón y la reconciliación. (cfr. Puerta de la fe 6).  El Año de la fe, será una buena ocasión para que todos los miembros de la Iglesia reflexionemos seriamente sobre lo que es la fe, cuáles son sus contenidos esenciales, comprenderlos y profundizarlos de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio de vida coherente, en las circunstancias de  nuestro mundo actual.(cfr. Porta fidei 4).” Nos dice con claridad el sentido del “Año de la Fe” y nuestro papel como cristianos en él.
Este tiempo nuevo, no es para vivirlo como espectadores, sino como actores, por eso en las parroquias, se ha invitado a las familias a inaugurar en los hogares, este tiempo de gracia. Que Dios nos dé la apertura necesaria para renovar nuestra fe.

                                                         P. Apolinar Torres O.

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