Orar y trabajar por la paz



Hemos sido testigos de tantas manifestaciones repudiando la violencia y pidiendo la paz, no solo en nuestro país, los Obispos mexicanos en la carta pastoral “Que en Cristo Nuestra Paz México tenga vida digna”, nos alientan a manifestar nuestros pensamientos y sentimiento al respecto: “Expresar el amor a la paz. Es importante amar la paz, adherirse a ella de un modo espontáneo, disfrutarla y celebrarla cuando se tiene y también expresar el dolor y sufrimiento cuando nos vemos privados de ella.” (n. 200). No todos se pronuncian a favor de estas manifestaciones, sobre todo porque se preguntan ¿Quién hará caso de estas expresiones?, el hacer conciencia a otros, ya es una buena labor, pero no podemos quedarnos ahí. Con más razón cuando no vemos que la violencia venga a menos, al contrario la vemos más cerca a la vida de nuestras familias y no solo del crimen organizado, sino ya de cualquier hijo de vecino.

En la Iglesia Católica se celebra cada día primero del año la jornada por la paz y los Papas han dado durante años algunas palabras que van iluminando el sendero de la paz de acuerdo a las circunstancias de cada tiempo.
El primero de enero del 2007 el Papa Benedicto XVI nos decía: “También la paz es al mismo tiempo un don y una tarea. Si bien es verdad que la paz entre los individuos y los pueblos, la capacidad de vivir unos con otros, estableciendo relaciones de justicia y solidaridad, supone un compromiso permanente, también es verdad, y lo es más aún, que la paz es un don de Dios. En efecto, la paz es una característica del obrar divino, que se manifiesta tanto en la creación de un universo ordenado y armonioso como en la redención de la humanidad, que necesita ser rescatada del desorden del pecado. Creación y Redención muestran, pues, la clave de lectura que introduce a la comprensión del sentido de nuestra existencia sobre la tierra. Mi venerado predecesor Juan Pablo II, dirigiéndose a la Asamblea General de las Naciones Unidas el 5 de octubre de 1995, dijo que nosotros «no vivimos en un mundo irracional o sin sentido [...], hay una lógica moral que ilumina la existencia humana y hace posible el diálogo entre los hombres y entre los pueblos ».[3] La “gramática” trascendente, es decir, el conjunto de reglas de actuación individual y de relación entre las personas en justicia y solidaridad, está inscrita en las conciencias, en las que se refleja el sabio proyecto de Dios. Como he querido reafirmar recientemente, «creemos que en el origen está el Verbo eterno, la Razón y no la Irracionalidad».[4] Por tanto, la paz es también una tarea que a cada uno exige una respuesta personal coherente con el plan divino. El criterio en el que debe inspirarse dicha respuesta no puede ser otro que el respeto de la “gramática” escrita en el corazón del hombre por su divino Creador.”(n. 3), sus palabras son muy alentadoras ante nuestra colaboración a favor de la paz.
El Documento “Que en Cristo Nuestra Paz…” del cual ya se habló en un artículo anterior, nos expresan en compromisos 101 caminos para promover la paz en nuestra patria.
Clasifican todas las opciones en los siguientes apartados
1.- FORMAR MUJERES Y HOMBRES NUEVOS EN CRISTO. 1.1 Trasmisión de la fe. 1.2 La tarea educativa en las escuelas. 1.3 La familia. 1.4 La vida comunitaria
2. EDUCACIÓN PARA LA PAZ. 2.1 Difundir pensamientos de paz. 2.2 Fomentar sentimientos de paz. 2.3 Impulsar gestos de paz. 2.4 Promover un lenguaje de paz. 2.5 Los Medios de comunicación social al servicio de la paz. 2.6 Educar para la legalidad

3. CIUDADANIA PARA LA PAZ. 3.1 Incidencia social. 3.2 Incidencia política
3.3 Incidencia cultural. 3.4 Incidencia para la construcción de la paz

4. CONSTRUCCIÓN DE LA PAZ. 4.1 Impulsar el desarrollo humano integral. 4.2 Promover los derechos y deberes humanos. 4.3 Impulsar la reconciliación social. 4.4 La misión reconciliadora de la Iglesia. 4.5 Ecumenismo por la paz, y 4.6 Orar por la paz (Cfr. Que en Cristo..ns. 189-239).

También los Obispos nos invitan a tener actitudes claras y a realizar acciones concretas, para que nuestros sentimientos no se queden en puro sentimentalismo. De las cosas que como cristianos están más cercas de nosotros, son las siguientes: Aprovechar la Doctrina Social de la Iglesia como «instrumento de evangelización». Fomentar en los discípulos misioneros que asuman su compromiso como ciudadanos. Promover en los espacios educativos a nuestro alcance la educación en el amor y para el amor. Formar a las nuevas generaciones en el equilibrio adecuado entre libertad y disciplina. Alentar a los educadores a asumir responsablemente el rol de autoridad en la tarea educativa. Alentar la esperanza, como alma de la educación. Potenciar el papel de la familia en la construcción de la paz.
También tenemos: Que todos los apostolados contribuyan en la recuperación de los espacios comunitarios y en la implementación de proyectos que fortalezcan el tejido social. Crear y difundir pensamientos de paz. Crear círculos de reflexión a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia para repensar el actual orden social, político y económico. Impulsar el desarrollo humano de las personas, en las familias y en las comunidades, que propicie la reconciliación de la propia afectividad. Desarrollar la indignación contra toda violencia en nosotros y en torno a nosotros. Expresar el amor a la paz y también expresar el dolor y sufrimiento cuando nos vemos privados de ella. Fomentar el sentido de pertenencia a la nación. Promover la no-violencia como alternativa en la vida civil y política. Proponer un estilo de vida austero y sencillo. Los compromisos expuestos en resumen aquí, no agotan las luces de los Obispos. Si queremos vivir en paz, debemos luchar y rezar personal y comunitariamente para lograrlo.

P. Apolinar torres O.

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