En este mes de octubre recordamos con viveza a nuestras madres o abuelas, que nos enseñaron a rezar el Rosario y nos recomendaban siempre “no dejes de rezar el Rosario” y más de alguno contestamos “pero abuela, es muy aburrido”, y teníamos de ellas respuestas interesantes como las siguientes: “Cuando llevas cerca de ti un Rosario, al diablo le duele la cabeza, cuando lo tocas, se desploma y cuando ve que lo rezas, se desmaya”.
El Beato Juan Pablo II en su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, nos habla de su propia experiencia con el Santo Rosario “Esta oración ha tenido un puesto importante en mi vida espiritual desde mis años jóvenes..... El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo. Hace veinticuatro años, el 29 de octubre de 1978, dos semanas después de la elección a la Sede de Pedro, como abriendo mi alma, me expresé así: «El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad... nos ponen en comunión vital con Jesús a través –podríamos decir– del Corazón de su Madre. Al mismo tiempo nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevamos más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana » (Rosarium Virginis Mariae 2), el Rosario se convierte en una manera de sintonizar nuestra vida con el amor de Dios, acompañados de nuestra madre.
Al Santo Rosario le sucede como a muchas cosas de la vida, cuando no las conocemos nos parecen confusas y decimos que no nos agradan, por eso es bueno para un cristiano conocer esta oración que puede llegar a ser respuesta sencilla a realidades complejas que no entendemos dentro de nosotros.
Hay muchas historias sobre el Rosario que podemos encontrar en libros o en internet, aquí algo de ellas: En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra “Rosario” significa "corona de rosas". Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.
Se dice que en el siglo IX, en los conventos, la oración que hacían los monjes se le empezó a llamar “oficio divino”; en él se cantaban los 150 salmos. Tal oración era solo de los religiosos, ya que el pueblo cristiano no podía rezarlos, pues la mayoría de la gente no sabía leer, para entonces los libros del salterio (que es otra manera de nombrar al conjunto de los salmos de la Biblia) eran muy caros por ser copiados a mano, adornados con hermosos dibujos que aún podemos admirar en museos.
Una vez, un hermano lego se quejó porque no podía orar como los monjes, y un buen monje le dijo: “¡En lugar de los 150 salmos del oficio divino recita 150 Padrenuestros!”. Este método se difundió rápidamente y se le llamó el “salterio de Padrenuestros”. En el siglo XI la oración del Avemaría fue entrando en los salterios de Padrenuestros. Y poco después aparecieron los “Salterios de Avemarías”, de modo que unos rezaban el “salterio de Padrenuestros” y otros el “salterio de Avemarías”. En el año de 1400, el monje cartujo Egerio Kalcar, integra los dos salterios en un solo salterio, y lo divide en decenas de Avemarías separadas por un Padrenuestro. La oración del Avemaría en esas fechas constaba del saludo del ángel y la felicitación de Santa Isabel, lo que es hoy la primera parte del Avemaría.
Una tradición afirma que la Santísima Virgen reveló a Santo Domingo la composición del Rosario, implantando en su época la devoción al Rosario como nadie. Ya siglos más tarde, sus hijos los dominicos fueron iniciadores y promotores de las Cofradías del Rosario, además de que fueron modificando su rezo. El 15 de mayo de 1569, el papa Pío V añadió al Avemaría lo que hoy llamamos la segunda parte: “Santa maría, madre de Dios...”. Pío V le dio al Rosario la forma que usamos hasta ahora, contemplando 15 misterios: 5 gozosos, 5 dolorosos, y 5 gloriosos. En el 2002 el Beato Juan Pablo II le añade los Misterios Luminosos o misterios de luz
Pero hasta ahora algunos han considerado como la mejor definición del Rosario, la que dio el Sumo Pontífice San Pío V en su "Bula" de 1569: "El Rosario o salterio de la Sma. Virgen, es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro entre cada diez Avemarías y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro Señor".
“El Rosario es una oración orientada por su naturaleza hacia la paz, por el hecho mismo de que contempla a Cristo, Príncipe de la paz y «nuestra paz» (Ef 2, 14). Quien interioriza el misterio de Cristo –y el Rosario tiende precisamente a eso– aprende el secreto de la paz y hace de ello un proyecto de vida” (Rosarium Virginis Mariae 40). Solos o en familia recemos con el corazón, para que desde ahí vaya reinando la paz.
P. Apolinar Torres O.
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