Día del Párroco... que nos dice Aparecida...

Los sacerdotes.
Los primeros promotores del discipulado y de la misión son aquellos que han sido llamados “para estar con Jesús y ser enviados a predicar” (cf. Mc 3, 14), es decir, los sacerdotes. Ellos deben recibir, de manera preferencial, la atención y el cuidado paterno de sus obispos, pues son los primeros agentes de una auténtica renovación de la vida cristiana en el pueblo de Dios. A ellos les quiero dirigir una palabra de afecto paterno, deseando que el Señor sea el lote de su heredad y su copa (cf.Sal 16, 5). Si el sacerdote tiene a Dios como fundamento y centro de su vida, experimentará la alegría y la fecundidad de su vocación. El sacerdote debe ser ante todo un “hombre de Dios” (1 Tm 6, 11) que conoce a Dios directamente, que tiene una profunda amistad personal con Jesús, que comparte con los demás los mismos sentimientos de Cristo (cf. Flp 2, 5). Sólo así el sacerdote será capaz de llevar a los hombres a Dios, encarnado en Jesucristo, y de ser representante de su amor.
Para cumplir su elevada tarea, el sacerdote debe tener una sólida estructura espiritual y vivir toda su vida animado por la fe, la esperanza y la caridad. Debe ser, como Jesús, un hombre que busque, a través de la oración, el rostro y la voluntad de Dios, y que cuide también su preparación cultural e intelectual.
Queridos sacerdotes de este continente y todos los que habéis venido aquí como misioneros a trabajar, el Papa os acompaña en vuestra actividad pastoral y desea que estéis llenos de alegría y esperanza, y sobre todo reza por vosotros.
Los párrocos, animadores de una comunidad de discípulos misioneros
201. La renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella. La primera exigencia es que el párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo, porque sólo un sacerdote enamorado del Señor puede renovar una parroquia. Pero, al mismo tiempo, debe ser un ardoroso misionero que vive el constante anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administración.
202. Pero, sin duda, no basta la entrega generosa del sacerdote y de las comunidades de religiosos. Se requiere que todos los laicos se sientan corresponsables en la formación de los discípulos y en la misión. Esto supone que los párrocos sean promotores y animadores de la diversidad misionera y que dediquen tiempo generosamente al sacramento de la reconciliación. Una parroquia renovada multiplica las personas que prestan servicios y acrecienta los ministerios. Igualmente, en este campo, se requiere imaginación para encontrar respuesta a los muchos y siempre cambiantes desafíos que plantea la realidad, exigiendo nuevos servicios y ministerios. La integración de todos ellos en la unidad de un único proyecto evangelizador es esencial para asegurar una comunión misionera.
203. Una parroquia, comunidad de discípulos misioneros, requiere organismos que superen cualquier clase de burocracia. Los Consejos Pastorales Parroquiales tendrán que estar formados por discípulos misioneros constantemente preocupados por llegar a todos. El Consejo de Asuntos Económicos, junto a toda la comunidad parroquial, trabajará para obtener los recursos necesarios, de manera que la misión avance y se haga realidad en todos los ambientes. Estos y todos los organismos han de estar animados por una espiritualidad de comunión misionera:Sin este camino espiritual de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento.

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