VATICANO, 07 Jun. 13 / 10:05 am (ACI/EWTN Noticias).-
El
Papa Francisco recibió esta mañana a más de 8 mil alumnos y exalumnos
de colegios jesuitas de Italia y Albania en el Aula Pablo VI del
Vaticano. Con el discurso que había preparado en mano y en medio de un
ambiente de fiesta, el Santo Padre decidió no leerlo, darlo por leído y
entregarlo luego al encargado de prensa de la Santa Sede, para poder así responder a las preguntas que los jóvenes quisieran formularle, lo que generó la alegría de los presentes.
A continuación, el texto completo del discurso
¡Queridos chicos, queridos jóvenes!
Estoy encantado de recibirlos con sus familias, los educadores y los amigos de la gran familia
de las escuelas de los jesuitas italianos y de Albania. A todos
vosotros dirijo mi afectuoso saludo: ¡Bienvenidos! Con todos ustedes me
siento verdaderamente "en familia". Y es una alegría especial la
coincidencia de nuestro encuentro con la solemnidad del Sagrado Corazón
de Jesús.
Déjenme decirles una cosa en primer lugar que se refiere a San Ignacio
de Loyola, nuestro fundador. En el otoño de 1537, yendo a Roma con un
grupo de sus primeros compañeros se preguntaron:¿si nos preguntan
quiénes somos, qué responderemos? La respuesta fue espontánea: "Diremos
que somos la "Compañía de Jesús" (Fontes Narrativa Societatis Iesu, vol
1, p 320-322). Un nombre comprometido, que quería indicar una relación
muy estrecha de amistad, de total afecto por Jesús, al que querían
seguir sus pasos.
¿Por qué os menciono este hecho? Porque San Ignacio y sus compañeros
habían comprendido que Jesús les enseñó cómo vivir bien, cómo dar un
sentido profundo a nuestra existencia, que dé entusiasmo, que dé alegría
y esperanza; habían entendido que Jesús es un gran maestro de vida y un modelo de vida, y que no sólo les enseñaba, sino que les invitaba a seguirlo por este camino.
Queridos chicos, si ahora les hiciera la pregunta: ¿por qué van a la
escuela, qué me contestarían? Probablemente habría muchas respuestas
dependiendo de la sensibilidad de cada uno. Pero creo que se podría
resumir todo diciendo que la escuela es uno de los ambientes educativos
en los que crecemos para aprender a vivir, para ser hombres y mujeres
adultos y maduros, capaces de caminar, de recorrer el camino de la vida.
¿Cómo os les ayuda a crecer su escuela? Les ayuda no sólo desarrollar
su inteligencia, sino a tener una formación integral de todos los
componentes de su personalidad.
Siguiendo lo que nos enseña San Ignacio, en la escuela el elemento
principal es aprender a ser magnánimo. La magnanimidad: esta virtud del
grande y del pequeño (no coerceri maximo contineri mínimo Divinum este),
que nos hace siempre mirar hacia el horizonte.
¿Qué quiere decir ser magnánimo? Significa tener un gran corazón, tener
un alma grande, quiere decir tener grandes ideales, el deseo de lograr
grandes cosas en respuesta a lo que Dios pide de nosotros, y para ello
hacer las cosas bien todos los días, todas las acciones cotidianas, los
compromisos, los encuentros con la gente; hacer las pequeñas cosas de
todos los días con un gran corazón abierto a Dios y a los demás. Es
importante pues cuidar la formación humana destinada a la magnanimidad.
La escuela no sólo amplía su dimensión intelectual sino también la
humana. Y creo que, en especial, los colegios de los jesuitas cuidan con
esmero las virtudes humanas: la lealtad, el respeto, la fidelidad, el
compromiso. Me gustaría hacer hincapié en dos valores fundamentales: la
libertad y el servicio. Sobre todo: ¡Sean personas libres! ¿Qué quiero
decir con ello? Tal vez piensan que la libertad es hacer todo lo que se
desea, o aventurarse en experiencias-límite para experimentar la emoción
y vencer el aburrimiento. Esto no es libertad.
Libertad significa saber reflexionar sobre lo que hacemos, saber valorar
lo que es bueno y lo que es malo, cuáles son los comportamientos que
hacen crecer, significa elegir siempre el bien. Nosotros somos libres
para el bien. ¡Y en eso, no tengan miedo de ir contracorriente, aunque
no sea fácil! Ser libres de escoger siempre el bien es un reto, pero les
hará personas rectas, que saben enfrentar la vida, personas con
valentía y paciencia (parresía e ypomoné).
La segunda palabra es el servicio. En sus escuelas ustedes participan en
diversas actividades que les llevan a no encerrarse en uno mismo o en
su pequeño mundo, sino a abrirse a los demás, especialmente a los pobres
y necesitados, a trabajar para mejorar el mundo en que vivimos. Sean
hombres y mujeres con los demás y para los demás, verdaderos campeones
en el servicio a los demás.
Para ser magnánimos con libertad interior y espíritu de servicio se
requiere la formación espiritual. ¡Queridos chicos, queridos jóvenes,
amen cada vez más a Jesucristo! Nuestra vida es una respuesta a su
llamada y ustedes serán felices y construirán bien su vida si saben
responder a esa llamada.
Sientan la presencia del Señor en su vida. Él está cerca de cada uno de
ustedes como compañero, como amigo, que les ayuda comprender, que les
alienta en los momentos difíciles y nunca les abandona. En la oración,
en el diálogo con Él, en la lectura de la Biblia,
descubrirán que Él está realmente cerca. Y aprendan también a leer los
signos de Dios en su vida. Él siempre nos habla, incluso a través de los
hechos de nuestro tiempo y de nuestra existencia cotidiana: a nosotros
nos corresponde escucharlo.
No quiero ser demasiado prolijo, pero una palabra específica quisiera
dirigirla también a los educadores: los jesuitas, los maestros, los
padres. ¡No se desanimen ante las dificultades que presenta el desafío
educativo! Educar no es una profesión, sino una actitud, una forma de
ser; para educar es necesario salir de sí mismos y estar entre los
jóvenes, para acompañarlos en las etapas de crecimiento, estando a su
lado.
Denles a los jóvenes esperanza, optimismo para afrontar su camino en el
mundo. Enséñenles a ver la belleza y la bondad de la creación y del
hombre, que siempre conserva la huella del Creador. Pero sobre todo den
testimonio con su vida de lo que les comunican. Un educador -jesuita,
profesor, operador, padre- transmite conocimientos, valores con sus
palabras, pero va a ser determinante con los niños si acompaña sus
palabras con su testimonio con su vida coherente. ¡Sin coherencia no es
posible educar! Todos ustedes son educadores, no pueden delegar
competencias en esta materia.
La colaboración en un espíritu de unidad y comunidad entre los
diferentes componentes educativos es, pues, esencial y debe ser alentada
y alimentada. La escuela puede y debe actuar como catalizador, para ser
un lugar de encuentro y de convergencia de toda la comunidad educativa
con el único objetivo de formar, ayudar a crecer como personas maduras,
simples, honestas y competentes, que sepan amar con lealtad, que sepan
vivir la vida como una respuesta a la vocación de Dios, y la futura
profesión como un servicio a la sociedad.
A los jesuitas quisiera añadirles que es importante fomentar su
participación en el campo educativo. Las escuelas son una herramienta
valiosa para dar una contribución al camino de la Iglesia
y de toda la sociedad. El campo de la educación no se limita a la
escuela convencional. Anímense a buscar nuevas formas de educación no
convencionales, según "las necesidades del lugar, tiempo y de las
personas".
Por último, un saludo a todos los exalumnos presentes, a los
representantes de las escuelas italianas de la Red de Fe y Alegría, que
conozco bien por el gran trabajo que hace en América del Sur, sobre todo
entre las clases más pobres.
Y un saludo particular va a la delegación del Colegio albanés de
Scutari, que después de largos años de represión de las instituciones
religiosas, a partir de 1994 reanudó sus actividades, acogiendo y
educando a jóvenes católicos, ortodoxos, musulmanes, e incluso algunos
alumnos nacidos en contextos familiares agnósticos. Así la escuela se
convierte en un lugar de diálogo y de confrontación pacífica, para
promover actitudes de respeto, escucha, amistad y espíritu de
cooperación.
Queridos amigos, gracias a todos por este encuentro. Los confío a la
intercesión maternal de María y los acompaño con mi bendición: El Señor
siempre está cerca de ustedes, los levanta de las caídas y los anima a
crecer y tomar decisiones cada vez más elevadas "con gran ánimo y
libertad", con magnanimidad. Ad Maiorem Dei Gloriam. (Para mayor gloria
de Dios).
No hay comentarios:
Publicar un comentario