Familia y Jóvenes subsidio V Proceso de profundización de Aparecida


Objetivo de todo el proceso:
“Profundizar en el conocimiento del Documento de Aparecida, impregnados del espíritu eclesial de la Nueva Evangelización,  para seguir formando en todos una conciencia misionera que nos ayude a realizar la Misión Permanente a través del nuevo Plan Diocesano de Pastoral”.
Itinerario 2014:
·         Enero: Espiritualidad y Conversión.
·         Febrero: La Misión
·         Marzo: Los Laicos
·         Abril: El Discipulado Misionero
·         Mayo: Familia y Jóvenes.
·         Junio: Eclesiología y Parroquia.

 SUBSIDIO V

SUBSIDIO V
LA FAMILIA
Una Buena Noticia para la vida de nuestros pueblos
            De la familia se ha dicho en las 4 conferencias generales pasadas (Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo) que es formadora de personas, educadora en la fe, promotora del desarrollo, santuario de la vida… Aparecida, siguiendo en esta misma línea, afirma que la familia es “Patrimonio de la Humanidad” y constituye uno de los tesoros más valiosos de los pueblos latinoamericanos (DA 302).
            La familia en este contexto, es el ámbito de vida social y eclesial en donde repercute con mayor crudeza el cambio de época que estamos viviendo. Es el espacio vital más sensible, no sólo porque ahí nacen y crecen las nuevas generaciones, sino también porque ahí se inician los procesos más importantes y decisivos en la vida de las personas y por lo tanto de la sociedad. Con el Papa Benedicto XVI constatamos que sobre ella se acumulan sombras que amenazan su unidad y su naturaleza (DI 6).
I LA FAMILIA EN EL CONTEXTO LATINOAMERICANO
            Es importante recordar brevemente las referencias que hicieron las conferencias anteriores a la situación de nuestras familias y las respuestas pastorales que dieron en la evangelización de las mismas.
1.1            LA FAMILIA FUENTE DE VOCACIONES AL SERVICIO DE LA IGLESIA Y
    LA SOCIEDAD (RÍO DE JANEIRO).
     La primera Conferencia General, llevada a cabo en Río de Janeiro, tuvo una puntual preocupación: la falta de vocaciones, la necesidad de Sacerdotes. En éste contexto, la familia fue valorada, principalmente, como fuente e instrumento de la obra de vocaciones. En ese momento la vida familiar no atravesaba por la crisis que atraviesa hoy. Aunque sabemos que la vida cristiana en la familia y vocaciones están íntimamente implicadas. En el número 314 de Aparecida se retoma esta dimensión.
1.2. LA FAMILIA FORMADORA DE PERSONAS, EDUCADORA DE LA FE Y
      PROMOTORA DEL DESARROLLO (MEDELLÍN).
·        El paso de una sociedad rural a una sociedad urbana. Esta constatación sigue siendo hoy todo un desafío pastoral para la Iglesia en América Latina. No por nada en Aparecida se vuelve con insistencia sobre la constatación de que el cristiano de hoy no se encuentra más en la primera  línea de la producción cultural, si no que recibe su influencia y sus impactos. Las grandes ciudades son laboratorios de esa cultura contemporánea compleja y rural. (DA 509).
·       El proceso de desarrollo (con su carga de desigualdades). Este es otro aspecto en el cual no podemos presumir de haber avanzado demasiado. Las desigualdades son cada vez mayores dejando al descubierto rostros cada vez más dolientes.  
·       El rápido crecimiento demográfico con sus problemas socioeconómicos, éticos y religiosos. Ese fenómeno hoy adquiere el rostro de millones de emigrantes y desplazados.
·       “El proceso de socialización que resta a la familia algunos aspectos de su importancia social y de sus zonas de influencia, pero que deja intacto sus valores esenciales y su condición de institución básica de la sociedad global”.

Medellín no sólo mira la situación; también analiza cual es la misión de la familia en América Latina y el Caribe:
a.      En primer lugar se menciona su rol de formadora de personas. Y se habla de la formación de personalidades integrales. Cosa que en Aparecida se lo menciona también explícitamente haciendo notar que la familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de los hijos (DA 114).
b.      En segundo lugar, la familia como educadora de la fe, tiene en el documento de Aparecida una centralidad extraordinaria. La formación de discípulos misioneros en los ámbitos familiares, a pesar de las dificultades que general las situaciones irregulares y difíciles de muchas de nuestras familias, es una de las tareas fundamentales y urgentes.
c.      En tercer lugar, Medellín valora a la familia como promotora del desarrollo en cuanto a la primera escuela de virtudes sociales. La define, junto a Gaudium et Spes, como “escuela del más rico humanismo” bajo la conciencia, a decir de populorum progressio, de que el “humanismo completo” es el desarrollo integral. En Aparecida este aporte al desarrollo de la perspectiva de la educación en los valores cívicos es de vital importancia.

1.3.     LA FAMILIA CENTRO DE COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y EVANGELIZACIÓN (PUEBLA).

               La tercera conferencia general celebrada en Puebla, mira a la familia como sujeto y objeto de evangelización y uno de los centros de comunicación y participación. Se percibe en este concepto la influencia de Evangeli Nuntiandi. El documento estructura su reflexión bajo tres aspectos: su situación, iluminación teológica y opciones pastorales.

               Se constata también que la realidad de la familia ya no es uniforme, que existe una acentuada manipulación a favor de los ídolos del poder, el tener y el sexo, la falta de unidad de criterios de los Sacerdotes, los acuerdos internacionales para debilitar su valor y significado, los efectos del desempleo sobre la estabilidad familiar, el impacto de la pornografía, la prostitución, el alcoholismo, las drogas, la trata de blancas, madres solteras, niños abandonados, esterilización y aborto provocado… No obstante hace notar que hay familias que son verdaderas Iglesias domésticas así como también iniciativas muy interesantes para promoverla.

1.4.   LA FAMILIA SANTUARIO DE LA VIDA, DONDE SE  FRAGUA EL FUTURO DE LA HUMANIDAD Y SE CONCRETA LA FRONTERA DECISIVA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN (SANTO DOMINGO).

     La IV conferencia general en Santo Domingo específica que es necesario hacer la pastoral familiar una prioridad básica, sentida real y operante. En el contexto de la Promoción humana, la familia y la vida son desafíos de especial urgencia en la Promoción humana. La familia es el santuario de la vida, donde se fragua el futuro de la humanidad y se concreta la frontera decisiva de la nueva evangelización.

II LA FAMILIA: UNA BUENA NOTICIA.

1.      LA BUENA NUEVA DE LA FAMILIA EN APARECIDA.
            En Aparecida, en un contexto de rica comunión y fraternidad, dando señales de profunda preocupación pastoral y con la guía del Papa Benedicto XVI, aparece la familia como una buena nueva (DA 114-119), procurando despertar la conciencia de esta realidad tan antigua y tan nueva como la humanidad que nace de sus entrañas, y por eso patrimonio de la misma, llamada hoy a ser un auténtico ámbito de discipulado misionero.
            La mirada que aparecida tiene sobre la familia es muy positiva y agradecida:
·       Fundada en Sacramento del Matrimonio. DA 433-117.
·       Imagen de Dios (dimensión trinitaria). DA 434.
·       Riqueza de la complementariedad sexuada. DA 116.
·       Uno de los tesoros más importantes en el continente. DI 5.
·       El valor más querido de nuestros pueblos. DA 435.
·       Patrimonio de la humanidad. DI 5; DA 302.
·       Escuela de fe. DI 5; DA 118; 302.
·       Primer lugar de iniciación cristiana. DA 302.
·       Palestra de valores humanos y cívicos. DI 5.
·       Hogar donde nace y se acoge la vida. DI 5.
·       Insustituible para la serenidad personal y para la educación de sus hijos. Di 5.
·       Lugar de encuentro de Dios con el Hombre. Jesús optó por vivir en una familia. Eso la eleva a la dignidad de la Iglesia doméstica. 115 (Lugar de comunión eclesial).
·       Primera y más básica comunidad eclesial. DA 204.

2.      EJES TEOLÓGICOS DEL DOCUMENTO DE APARECIDA SOBRE LA FAMILIA.
2.1.  DIMENSIÓN TRINITARIA.
            La familia creada a imagen de Dios, está llamada a vivir su unidad en la relación cotidiana entre las distintas personas y generaciones que la integran. En Aparecida, no sólo el método utilizado tiene fundamento trinitario; también su eclesiología se fundamenta en ese ministerio que, a su vez, sustenta una auténtica antropología cristiana.
2.2.   DIMENSIÓN CRISTOLÓGICA.
            De los múltiples aspectos que podemos extraer de la Cristología latente en Aparecida me parece fundamental resaltar el misterio de la Encarnación como iniciativa de Dios que sale al encuentro del Hombre para hacerse camino de acceso al Padre, verdad que ilumina a todos los hombres y todo el hombre y vida nueva – Plena para los pueblos.
            El encuentro de Dios y el Hombre se da en un contexto de familia, lo cual la eleva a la dignidad de la Iglesia Doméstica. Desde entonces la familia ya no sólo es un ámbito de encuentro entre personas (humanizante); también es un ámbito de encuentro con Dios (divinizante). 
2.3   DIMENSIÓN ECLESIAL
            La experiencia de vivir en una familia cristiana está llama a ser una auténtica experiencia eclesial. No solo porque sus miembros son bautizados sino porque en su seno se conoce el amor de Dios, la Fe, la Oración, la Esperanza, el Perdón, la Reconciliación, la Paternidad, la Afiliación, la Fraternidad, la Sensibilidad Social, la Capacidad de compartir con los más necesitados, etc. Por eso es una Iglesia Doméstica. Su potencialidad de crecimiento humano y cristiano es extraordinaria.
Por amor a la familia y la sociedad, la Iglesia podrá cumplir su misión mediante una profunda conversión.
2.4   DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA
            Junto a la constatación del valor y centralidad que el actual cambio cultural da a la persona humana y la valoración que hace de la sencillez, el reconocimiento de lo débil y lo pequeño de la existencia (DA 52), Aparecida define a la persona humana como “aquel lugar de la naturaleza donde converge la variedad de los significados en una única vocación de sentido” (DA 42).
            La persona humana es el único ámbito de la realidad creada capaz de entender y optar libremente sobre la base de significados que lo movilizan y le dan sentido a sus acciones. Pero sus decisiones sólo adquieren unidad.
III DESAFÍO Y LÍNEAS DE ACCIÓN
1.      DESAFÍOS PARA LA FAMILIA DE HOY.
1.1.  CRISIS DE SENTIDO
            La familia vive en un contexto de profundos cambio de alcance global (globalización). Uno de los factores determinantes de ésta acelerada transformación social y cultural es el maravilloso avance científico y técnico, que por sus enormes posibilidades de manipulación de la vida y las conciencias mediante una extendida red comunicacional se torna muchas veces en la causal de opacamiento y fragmentación de la realidad.
            Sin Dios la realidad no es completa y carece de unidad. Esto trae aparejada una percepción fragmentada de la realidad y una mirada unilateral sobre ella generando así lo que parece ser la crisis más profunda de la época (DA 36): ésta es la razón por lo cual muchos estudiosos de nuestra época han sostenido que la realidad ha traído aparejada una crisis de sentido (DA 37).
            La tradición cultural y religiosa ya no llega a las nuevas generaciones. Comenzó a erosionarse (DA 38). Los medios de comunicación social dedican gran parte de su tiempo y dinero a divertir a la sociedad, lo cual no aporta a la gente una respuesta adecuada a sus profundas búsquedas, al contario acrecienta su ansiedad por no encontrar ahí el auténtico sentido de la vida. No sólo invade el ámbito familiar, también interrumpe la transmisión de la fe y los valores, reemplaza el diálogo intergeneracional y por consecuencia desorienta en la búsqueda del sentido de la vida (DA 39). A esto se suma la ideología de género que se encuentra entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar (DA 40).
            Por eso, lo que asusta a las personas es no lograr reunir el conjunto de todos esos significados de la realidad en una comprensión unitaria que le permita ejercer su libertad con un discernimiento y responsabilidad.
            No se trata de la aceptación sino de la diversidad o pluralidad, sino de la falta de unidad. Sin unidad en la verdad completa (toda la realidad) no puede haber unidad de sentido (DA 42).
DEGRADACIÓN DE LO HUMANO Y DEBILITAMIENTO  DE SUS VÍNCULOS
            Un segundo aspecto de la realidad que me interesa destacar, es el mencionado en el número 44: vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios.
            Pero no sólo se trata de un debilitamiento de las relaciones sino también de su degradación. La identidad misma del varón y la mujer es desnaturalizada mediante una ideología de género que debilita y menoscaba la vida familiar (DA 40).
            Por eso, la respuesta pastoral a este desafío será la vivencia, a la luz del capítulo 5 de Aparecida, de la comunión de los discípulos misioneros  en la Iglesia. Eso es, la intensa comunión con el Señor que nos llama a estar con Él en la intimidad (DA 154). En el ministerio de la comunión trinitaria, fuente, modelo y meta del misterio de la Iglesia. Todas las relaciones eclesiales tienen su sustento en éste ministerio (DA 155).
No hay discipulado sin comunión (DA 156).
LA DEFENSA Y EL CUIDADO DE LA VIDA HUMANA DESDE LA CONCEPCIÓN HASTA SU TÉRMINO NATURAL.
            La así llama cultura de la muerte desconoce los principios más básicos de la medicina. No trabaja por contribuir a la vida sino para extraer ganancias económicas a expensas de ella.
Es un reto nuevo que nos pide ser voz de los que no tienen voz porque en esto se juega también el fundamento sólido e inviolable de los derechos humanos (DA467).
Solicitud por las nuevas generaciones
Ellas son las más afectadas, crecen en la lógica del individualismo pragmático y narcisista...el futuro es incierto, consideran el cuerpo como punto de referencia de su realidad presente, tienen adicción por las sensaciones (DA 51).
Todo esto sin olvidar los que viven en la prostitución, violencia, droga, el alcohol, la pornografía. Presos de la guerra, las pandillas, las organizaciones delictivas y enfermedades terminales como el VIH.
La vida de Jesucristo en nuestras familias
Al inicio del documento n. 14, los Obispos nos indican el reto fundamental: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, el encuentro con Jesucristo.
Ya que por mucho tiempo se puso la atención en la metodología pastoral buscando una mayor eficacia, olvidando lo más importante, volver a las fuentes de la espiritualidad cristiana.
Discipulado misionero en la familia
Es tarea de los padres hacer de su familia el primer lugar para la iniciación cristiana de sus hijos, dándoles un sentido trascendente a sus vidas y acompañándolos en la elaboración de un proyecto de vida como discípulos misioneros (DA 303). A lo que se les debe ofrecer una “catequesis familiar” recomiendan nuestros Obispos, la cual debe estar establecida sobre el sólido fundamento de la Trinidad-Amor, para que responda a la actual tendencia individualista, actual tentación de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe nos llegó a través de la comunidad eclesial… (DA 156).
En el itinerario formativo gran reto de los discípulos misioneros ha de tener todo un proceso de formación que sea un camino de educación por ser clave latente de esperanza para nuestro continente, en el que hay que tomar en cuenta los siguientes aspectos fundamentales: (encuentro con Jesucristo, conversión, discipulado, comunión y misión (DA 278). Integral permanente (DA 279), atender las diversas dimensiones de la persona (humana y comunitaria, espiritual, intelectual, pastoral y misionera) (DA 280), acompañándolos en la variedad de sus vocaciones y compromisos temporales (DA 282), con una seria y profunda espiritualidad de la acción misionera (DA 284).
1.2. Perspectiva de familia
La visión reductiva de la persona y la familia en los ámbitos de debate político, legislativo y de comunicaciones debilita y deteriora a la sociedad.
Si queremos una sociedad pujante, creativa y en pleno desarrollo, hace falta pensar sobre cuál es el modo y el ámbito natural más acorde a la condición humana que permita a cada persona desarrollar todo su potencial al servicio de la sociedad. Creer que el estado u otros organismos pueden suplir a la familia en esto, es no solo una grave equivocación sino también una política que iría en contra de los mismos intereses que el Estado quiere defender.
A lo cual los Obispos, desde Aparecida, hacen un serio llamado a quienes gobiernan nuestros pueblos a defenderla (DA 436).
2. LÍNEAS DE ACCIÓN
a. Asumir la preocupación por la familia como uno de los ejes transversales de toda acción evangelizadora, con una pastoral familiar” intensa y vigorosa” (DI 5).
b. En clave de Misión Continental preparar, formar, y evangelizar de modo permanente  a nuestras familias de tal manera que se conviertan en evangelizadoras (302. 437, b, c, e, g, i).
c. Compromiso eclesial integral y orgánico (437 a). Estrechen interrelación pastoral con:-el cuidado pastoral de nuestros niños (438-441),:- juventud y vocacional (446a, c),:-  atención pastoral a nuestros adultos mayores (447-450),:- defensa y promoción de la dignidad, maternidad y participación de la mujer en la Iglesia y la sociedad (451-458),:- formación y promoción de del varón como padre de familia (459-463),:- promoción y defensa de la vida humana (464-469),:- y cuidado del medio ambiente (470-474).
d.  Promover una estrecha colaboración entre los padres de familia y los centros educativos de sus hijos para prevenir y contrarrestar la inclusión de factores contrarios a la vida, a la familia y a una sana sexualidad (DA 428-429).
e. Diálogo institucional con los gobiernos y la sociedad para promover las leyes a favor de la vida, el matrimonio y la familia (437, d).
f. Correcta y pronta actuación de los Tribunales eclesiásticos ante pedidos de nulidad matrimonial (437, k).
g. Atención y acompañamiento a parejas que viven en situación irregular y especialización de agentes de pastorales (437, j).
h. Creación de centros parroquiales y diocesanos para atención de personas en situaciones difíciles y niños abandonados (437, f, l, m, n).
i. Promover investigación sobre las causas de las crisis familiares (437, h).
j. Compromiso con los más necesitados (DA 65. 407-430).






DIMENSIÓN DE PASTORAL JUVENIL
ARQUIDIÓCESIS DE LEÓN


PRESENTACIÓN

Los jóvenes "representan un enorme potencial para el presente y futuro de la Iglesia y de nuestros pueblos, como discípulos y misioneros del Señor Jesús", dicen los Obispos en el Documento de Aparecida; y afirman que son generosos, sensibles a las causas nobles y no temen al sacrificio ni a la entrega de su propia vida. Pero también sostienen que los jóvenes le temen a una vida sin sentido, a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la droga, el placer, el alcohol y a todas las formas de violencia (cfr. DA 443).
A partir del fuerte relativismo y subjetivismo del mundo de hoy, acompañado de una mentalidad pragmática y hedonista, fruto de la cultura postmoderna, convendría analizar el ámbito juvenil desde el proyecto del Padre, quien envía a su propio Hijo para que sea luz del mundo y haga arder los corazones de las y los jóvenes. Sólo así se convertirán en auténticos discípulos misioneros de Jesucristo.
Hay que recordar que uno de los compromisos fundamentales de la V Conferencia General del Episcopado Latino-americano y Caribeño fue la realización de una "Misión Continental" que ponga a la Iglesia en estado permanente de misión. Con las y los jóvenes podremos llevar nuestras naves mar adentro, con el soplo potente del Espíritu Santo, sin miedo a las tormentas, seguros de que la Providencia de Dios nos deparará grandes sorpresas (DA 551).

INTRODUCCIÓN
Les escribo a ustedes, jóvenes, porque han vencido al Maligno (1 Jn 2, 13)
Si ustedes conocen la obra de Tolkien, no en su versión cinematográfica sino por sus libros, tal vez recordarán este diálogo, entre Gandalf y Frodo, al inicio de las aventuras:
Siempre después de una derrota y una tregua, la Sombra toma una nueva forma y crece otra vez. "Espero que no suceda en mi época" dijo Frodo. “También yo lo espero -dijo Gandalf-Io mismo que todos los que viven en ese tiempo. Pero no depende de nosotros. Todo lo que podemos decidir es qué haremos con el tiempo que nos dieron. Y ya nuestro tiempo ha comenzado a oscurecerse”.
También en la actualidad la decisión que ha de tomarse es: qué haremos con el tiempo que nos dieron. La Iglesia católica de América Latina ha decidido que en este tiempo no puede replegarse frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Esto no depende de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu (DA 11).
Para encarnar la decisión de la Iglesia, se necesitan personas que quieran ser protagonistas de la nueva vida para América Latina y El Caribe. Casi se puede oír el eco de las palabras de Gandalf a Bilbo en el Hobbit: “Busco a alguien con quien compartir una aventura que estoy planeando, y es difícil dar con él”. Para realizar esta búsqueda, los obispos han iniciado una nueva etapa del camino eclesial en América Latina, con la V Conferencia General del Episcopado en Aparecida. Haciendo las veces del Mago, vuelven sus ojos a los pequeños, recordando que de ellos es el Reino (cfr. Mc 10,15) y dicen:
Los jóvenes constituyen la gran mayoría de la población de América Latina y El Caribe. Representan un enorme potencial para el presente y futuro de la Iglesia y de nuestros pueblos, como discípulos y misioneros del Señor Jesús. Los jóvenes son sensibles a descubrir su vocación de ser amigos y discípulos de Cristo. Están llamados a ser "centinelas del mañana'; comprometiéndose en la renovación del mundo a la luz del Plan de Dios (DA 443).
No extraña que los obispos vuelvan sus ojos a los pequeños. La opción por los jóvenes tiene una larga historia en la Iglesia de América Latina (cfr. DP 1186, DA 446a). Es más, tiene una historia todavía mayor en el corazón del Dios hecho hombre, que los mira con amor (cfr. Mc 10, 21). ¿Será posible encontrar, aquí y ahora, con quien compartir la aventura de la vida? La respuesta la puedes dar tú. Por tanto, el presente escrito se dirige a buscadores, a los centinelas de la mañana, a los y las jóvenes que han hecho o quieren hacer una opción por la vida eclesial porque saben que ahí pueden hallar a Jesucristo, camino, verdad y vida (Jn 14,6), para que, conozcan la invitación hecha por los pastores en el santuario de Aparecida y asuman su protagonismo en el mundo actual. El texto sigue el método Ver, Juzgar y Actuar (cfr. DA 19).

I LA NUEVA FORMA DE LA SOMBRA (EL VER)

Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado (He 24, 29b)

Cuando se habla de la realidad, las personas entienden la palabra de modo distinto. Para algunos lo real es sólo lo tangible, para otros es más que eso. Hoy parecen ser muy populares los enfoques como el constructivismo, que afirma que los seres humanos construyen múltiples realidades (Andersen, 1990); el construccionismo social que sostiene que la construcción social de la realidad se da por medio del lenguaje (Anderson y Goolishian, 1990) y las posiciones de filosofía posmoderna que dicen que los sistemas humanos están formados por relatos, porque el ser humano es un narrador (White, y Epston, 1993). Estas visiones no se oponen radicalmente al mensaje de la Escritura, que presenta al ser humano como colaborador del Señor en el proyecto del mundo (Gén 1, 26-28). Si somos narradores, lo somos de un relato que trasciende nuestra humanidad. En este esfuerzo por construir la realidad resulta importante tener presente las palabras de los pastores en Aparecida:
Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios; "aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo... Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas. Surge hoy, con gran fuerza, una sobrevaloración de la subjetividad individual. Independientemente de su forma, la libertad y la dignidad de la persona son reconocidas. El individualismo debilita los vínculos comunitarios y propone una radical transformación del tiempo y del espacio, otorga así un papel primordial a la imaginación. Los fenómenos sociales, económicos y tecnológicos están en la base de la profunda vivencia del tiempo, al que se le concibe fijado en el propio presente, tiene concepciones de inconsistencia e inestabilidad. Se deja de lado la preocupación por el bien común para dar paso a la realización inmediata de los deseos de los individuos, a la creación de nuevos y, muchas veces, arbitrarios derechos individuales, a los problemas de la sexualidad, la familia, las enfermedades y la muerte (DA 44).
El Señor de los anillos, presenta la metáfora de la sombra para identificar el mal. En la actualidad, el enfoque de la realidad que excluye a Dios del horizonte, sería la nueva forma que asume la sombra. Esta forma afecta especialmente a los jóvenes. La cultura postmoderna, con sus aspectos contradictorios y cuestionadores, causa un fuerte impacto en el hombre y la mujer de hoy, sobre todo en los jóvenes. Si por un lado, ella ayuda a rescatar el valor de la subjetividad y de la individualidad, la importancia de la afectividad y de la sexualidad humana, la ética de la vida, la búsqueda de la felicidad y de la realización personal, por el otro, han generado un fuerte relativismo y subjetivismo, acompañados de una mentalidad pragmática y hedonista, con serias consecuencias en el campo de los valores humanos y cristianos.
En la visión de la Iglesia, para que ustedes jóvenes sean renovadores de la sociedad, o sea, constructores de un nuevo modo de ser, tendrían que partir de un verdadero proyecto de vida, en el cual no excluyan la trascendencia de su camino, sino que la integren en las diversas dimensiones de su existencia (cfr. DA 280). Los obispos han puesto cuidado a esta situación y afirman que: La realidad actual nos exige mayor atención a los proyectos formativos de los Seminarios, pues los jóvenes son víctimas de la influencia negativa de la cultura postmoderna, especialmente de los medios de comunicación social; esto produce la fragmentación de la personalidad, la incapacidad de asumir compromisos definitivos, la ausencia de madurez humana, el debilitamiento de la identidad espiritual, entre otros, situaciones que dificultan el proceso de formación de auténticos discípulos y misioneros (DA 318). 
Si la frase anterior se aísla de su contexto, podría dar la impresión de que los jóvenes son sujetos pasivos que se limitan a sufrir las consecuencias de un mundo hecho por adultos. Nada más lejos de la realidad. El protagonismo juvenil en la vida eclesial se ha destacado desde hace mucho tiempo; basta recordar las palabras del Papa Pablo VI:
“es necesario que los jóvenes bien formados en la fe y arraigados en la oración, se conviertan cada vez más en los apóstoles de la juventud. La Iglesia espera mucho de ellos. Por nuestra parte, hemos manifestado con frecuencia la confianza que depositamos en la juventud” (EN 72).
Hoy esta confianza se renueva y la esperanza se incrementa. Pero, ante las nuevas circunstancias, se necesitan criterios sólidos para enfrentar los retos. No se puede incidir en el mundo sin tener una sólida formación, de lo contrario se corre el riesgo de ser niños llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina (cfr. Ef 4,14).
La formación siempre es clave en la vida, se asemeja a los cimientos de una construcción (Mt 7, 21-27). Estos cimientos son colocados tanto en el hogar como en la relación personal con maestros que conozcan al Señor.
Además de las relaciones interpersonales, una sólida formación debe estar enmarcada en un contexto determinado; esta contextualización exige la utilización de métodos concretos. La conferencia de Aparecida ha decidido que: en continuidad con las anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, este documento hace uso del método ver, juzgar y actuar. Este método implica contemplar a Dios con los ojos de la fe, a través de su Palabra revelada y el contacto vivifican te de los Sacramentos, a fin de que, en la vida cotidiana, veamos la realidad que nos circunda a la luz de su providencia, la juzguemos según Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, y actuemos desde la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo y Sacramento universal de salvación, en la propagación del reino de Dios, que se siembra en esta tierra y que fructifica plenamente en el Cielo (DA 19).

II EL PROYECTO DEL PADRE Y EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO (JUZGAR)

La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron (Jn 1, 5)

Un cuento conocido, uno de estos tan populares hoy en el Internet, es útil para iniciar esta segunda sección:
Hace cientos de años, había un hombre en una ciudad de Oriente. Un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce, se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo, entonces le dice: ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves... Entonces, el ciego le responde: -Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí... No sólo es importante la luz que me sirve a mí sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

En relación a este cuento alguno podrá decir "ya la conozco", o "qué ganaría yo con una luz que no puedo utilizar", o "bonita anécdota". Pero, manteniendo la orientación asumida en este escrito, que plantea la responsabilidad de los jóvenes en la gestación de un mundo nuevo, resuenan con fuerza las palabras de los obispos:
Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado. Con los ojos iluminados por la luz de Jesucristo resucitado, podemos y queremos contemplar al mundo, a la historia, a nuestros pueblos de América Latina y de El Caribe, y a cada una de sus personas (DA 18).
La historia de Guno recuerda que lo esencial no es la oscuridad que impera ni las formas que la sombra pueda tomar, sino la luz que brilla en las tinieblas (cfr. Is 60, 1-4) Y que éstas no pueden vencer (cfr. [n 1, 5). Esa luz, que por medio de ustedes el Señor envía a las naciones (cfr. Is 42, 6-7). Pero, ¿cómo pasar de una anécdota a la posibilidad de valorar la realidad actual a la luz de la gracia?
 El reto de asumir la realidad humana desde los criterios del Padre, que envía a su Hijo para que sea luz del mundo y haga arder los corazones mientras explica las Escrituras (cfr. Lc 24, 32), implica que los juicios de discernimiento sean distintos a los razonamientos de éxito que normalmente plantea la sociedad. Este camino es un proceso que no puede aprenderse en la teoría sino que ha de llevarse a la práctica. Pero por razones pedagógicas puede explicarse desde dos elementos. Por un lado es un recorrido que abarca toda la realidad del ser humano, es un proceso integral. Por otro, implica un camino de crecimiento humano a la luz del Señor. Dos numerales de Aparecida ilustran ambos aspectos.

En primer lugar, DA 280 ilustra la visión integral del ser humano:
La formación abarca diversas dimensiones que deberán ser integradas armónicamente a lo largo de todo el proceso formativo. Se trata de la dimensión humana comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral-misionera.
a)         La Dimensión Humana y Comunitaria.
Tiende a acompañar procesos de formación que lleven a asumir la propia historia y a sanarla, en orden a volverse capaces de vivir como cristianos en un mundo plural, con equilibrio, fortaleza, serenidad y libertad interior. Se trata de desarrollar personalidades que maduren en el contacto con la realidad y abiertas al Misterio.
b)         La Dimensión Espiritual.
Es la dimensión formativa que funda el ser cristiano en la experiencia de Dios, manifestado en Jesús, y que lo conduce por el Espíritu a través de los senderos de una maduración profunda. Por medio de los diversos carismas, se arraiga la persona en el camino de vida y de servicio propuesto por Cristo, con un estilo personal. Permite adherirse de corazón por la fe, como la Virgen María, a los caminos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de su Maestro y Señor.
c)         La Dimensión Intelectual.
El encuentro con Cristo, Palabra hecha carne, potencia el dinamismo de la razón que busca el significado de la realidad y se abre al Misterio. Se expresa en una reflexión seria, puesta constantemente al día a través del estudio que abre la inteligencia, con la luz de la fe, a la verdad. También capacita para el discernimiento, el juicio crítico y el diálogo sobre la realidad y la cultura. Asegura de una manera especial el conocimiento bíblico teológico y de las ciencias humanas para adquirir la necesaria competencia en vista de los servicios eclesiales que se requieran y para la adecuada presencia en la vida secular.
d)         La Dimensión Pastoral y Misionera.
Un auténtico camino cristiano llena de alegría y esperanza el corazón y mueve al creyente a anunciar a Cristo de manera constante en su vida y en su ambiente. Proyecta hacia la misión de formar discípulos misioneros al servicio del mundo. Habilita para proponer proyectos y estilos de vida cristiana atrayentes, con intervenciones orgánicas y de colaboración fraterna con todos los miembros de la comunidad. Contribuye a integrar evangelización y pedagogía, comunicando vida y ofreciendo itinerarios pastorales acordes con la madurez cristiana, la edad y otras condiciones propias de las personas o de los grupos. Incentiva la responsabilidad de los laicos en el mundo para construir el Reino de Dios. Despierta una inquietud constante por los alejados y por los que ignoran al Señor en sus vidas.
Por otra parte, el proceso implica una serie de etapas que DA 278 ilustra:
En el proceso de formación de discípulos misioneros, destacamos cinco aspectos fundamentales, que aparecen de diversa manera en cada etapa del camino, pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí:
a)         El Encuentro con Jesucristo: Quienes serán sus discípulos ya lo buscan (cfr. Jn 1, 38), pero es el Señor quien los llama: "Sígueme" (Mc 1, 14; Mt 9,9). Se ha de descubrir el sentido más hondo de la búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Este encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad. El kerygma no sólo es una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del discípulo de Jesucristo. Sin el kerygma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al Señor. Sólo desde el kerygma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera. Por eso, la Iglesia ha de tenerlo presente en todas sus acciones.
b)         La Conversión: Es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente de que morir al pecado es alcanzar la vida. En el Bautismo y en el sacramento de la Reconciliación, se actualiza para nosotros la redención de Cristo.
c)         El Discipulado: La persona madura constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús Maestro, profundiza en el misterio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Para este paso, es de fundamental importancia la catequesis permanente y la vida sacramental, que fortalecen la conversión inicial y permiten que los discípulos misioneros puedan perseverar en la vida cristiana y en la misión en medio del mundo que los desafía.
d)         La Comunión: No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en las familias, las parroquias, las comunidades de vida consagrada, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades y movimientos. Como los primeros cristianos, que se reunían en comunidad, el discípulo participa en la vida de la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna solidaria. También es acompañado y estimulado por la comunidad y sus pastores para madurar en la vida del Espíritu.
e)         La Misión: El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados; en una palabra, a construir el Reino de Dios. La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la formación aunque se la realice de diversas maneras, de acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentre la persona.
En síntesis, ambos numerales plantean a los discípulos de Cristo la necesidad de recorrer un camino gradual e integral para capacitarse y poder así forjar cambios que hagan una diferencia en el mundo. Es notable como la visión actual del ser humano tiende a destacar algún elemento y a marginar otros. Por ejemplo, se enfatiza lo físico y se olvida la espiritual o se sobrevalora lo individual por encima de lo social. El número 280 del DA implica que quien quiera traer luz al mundo tendrá que partir de una visión integral del ser humano, no se pueden excluir aspectos esenciales del ser humano si se quiere responder a la realidad actual desde el proyecto del Padre. Por otra parte el numeral 278 recuerda como el encuentro con Jesús es el que permite que haya un cambio en la persona, para que ésta entre en un camino de crecimiento que le permita ser parte de la comunidad, y desde esta nueva realidad, pueda incidir en el mundo con la fuerza de Cristo. 
Ningún camino es perfecto, tampoco lo es el de la Iglesia. Hoy se hacen críticas muy serias por la falta de coherencia en muchos bautizados o por los diversos enfoques que se busca implementar en el servicio eclesial. Cabe destacar que estas situaciones no son nuevas, como es el caso que nos presenta el Nuevo Testamento con San Marcos, que nos recuerda, que nunca el seguimiento de Cristo está exento de conflictos, tanto a lo interno de la persona, como al interior de la comunidad. Pero también testimonia que a pesar de las crisis que se puedan enfrentar siempre hay nuevas oportunidades de decidirse a servir al Señor y a su pueblo.

III CORRESPONDER A LA ENERGÍA DEL ESPÍRITU SANTO (ACTUAR) Ustedes son la luz del mundo (Mt 5, 14a)

Según el evangelio de Lucas (cfr. Lc 4, 14-30), cuando Jesús inicia la etapa de su existencia que llamamos "su vida pública", retoma el texto de Is 61, 1-11 para describir cómo es el Espíritu del Padre quien lo capacita para su misión. Hoy es también el Espíritu quien debe conducirlos a ustedes a llevar la buena noticia de la vida a un mundo en tinieblas. Por tanto, después de presentar una visión muy general desde el DA de la situación actual, es necesario entrar a analizar cuál puede ser el papel de ustedes, los jóvenes, en la renovación de la sociedad con la fuerza del Espíritu. Es momento para regresar al Señor de los anillos.
Cuando Gandalf aconseja a sus amigos antes de la última batalla afirma:
-Otros males podrán sobrevenir, porque Sauron mismo no es nada más que un siervo o un emisario. Pero no nos atañe a nosotros dominar todas las mareas del mundo, sino hacer lo que está en nuestras manos para el bien de los días que nos ha tocado vivir, extirpando el mal en los campos que conocemos, y dejando a los que vendrán después una tierra limpia para la labranza. Pero que tengan solo lluvia, no depende de nosotros.
¿Qué males de su tierra están llamados ustedes a extirpar? ¿Qué acciones pueden emprender para dejar a las futuras generaciones unos campos limpios para la labranza? (cfr. Mt 13, 3-9). Es posible responder a las interrogantes anteriores con las palabras de los pastores en Aparecida:
Por otro lado, constatamos con preocupación que innumerables jóvenes de nuestro continente atraviesan por situaciones que los afectan significativamente: las secuelas de la pobreza, que limitan el crecimiento armónico de sus vidas y generan exclusión; la socialización, cuya transmisión de valores ya no se produce primariamente en las instituciones tradicionales, sino en nuevos ambientes no exentos de una fuerte carga de alienación; su permeabilidad a las formas nuevas de expresiones culturales, producto de la globalización, lo cual afecta su propia identidad personal y social. Son presa fácil de las nuevas propuestas religiosas y pseudo religiosas. La crisis, por la que atraviesa la familia hoy en día, les produce profundas carencias afectivas y conflictos emocionales (DA 444).
Están muy afectados por una educación de baja calidad, que los deja por debajo de los niveles necesarios de competitividad, sumado a los enfoques antropológicos reduccionistas, que limitan sus horizontes de vida y dificultan la toma de decisiones duraderas. Se ve ausencia de jóvenes en lo político debido a la desconfianza que generan las situaciones de corrupción, el desprestigio de los políticos y la búsqueda de intereses personales frente al bien común. Se constata con preocupación suicidios de jóvenes. Otros no tienen posibilidades de estudiar o trabajar, y muchos dejan sus países por no encontrar en ellos un futuro, dando así al fenómeno de la movilidad humana y la migración un rostro juvenil. Preocupa también el uso indiscriminado y abusivo que muchos jóvenes hacen de la comunicación virtual (DA 445).
Son tantas las olas que nos corresponde dominar, que las palabras del Señor a Josué, hijo de Nun, tienen que resonar en muchos corazones:
Sé fuerte y valiente, porque tu vas a dar a este pueblo la posesión del país que juré dar a sus padres. Basta que seas muy fuerte y valiente, teniendo cuidado de cumplir toda la Ley que te dio mi siervo Moisés. No te apartes de ella ni a derecha ni a izquierda, para que tengas éxito adondequiera que vayas (Jos 1,6-7).
Haciendo eco de estas palabras, dicen los pastores que los jóvenes:
 No temen el sacrificio ni a la entrega de la propia vida, pero sí una vida sin sentido. Por su generosidad, están llamados a servir a sus hermanos, especialmente a los más necesitados con todo su tiempo y vida. Tienen capacidad para oponerse a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la droga, el placer, el alcohol y todas las formas de violencia. En su búsqueda del sentido de la vida, son capaces y sensibles para descubrir el llamado particular que el Señor Jesús les hace. Como discípulos misioneros, las nuevas generaciones están llamadas a transmitir a sus hermanos jóvenes sin distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en comunidad construyendo la Iglesia y la sociedad (DA 443).
En cada lugar y en cada situación los males son diversos. Por eso las respuestas ante las situaciones también tienen que ser específicas. La Iglesia puede dar principios orientadores, pero estos principios han de ser implementados de acuerdo a cada realidad y según los recursos y características específicas de cada situación. Por ejemplo, las líneas pastorales ofrecidas para los jóvenes en Aparecida (DA 446) son los siguientes:
a)         Renovar, en estrecha unión con la familia, de manera eficaz y realista, la opción preferencial por los jóvenes, en continuidad con las Conferencias Generales anteriores, dando nuevo impulso a la Pastoral de Juventud en las comunidades eclesiales (diócesis, parroquias, movimientos, etcétera).
b)         Alentar los Movimientos eclesiales, que tienen una pedagogía orientada a la evangelización de los jóvenes, e invitarlos a poner más generosamente al servicio de las Iglesias locales sus riquezas carismáticas, educativas y misioneras.
c)         Proponer a los jóvenes el encuentro con Jesucristo vivo y su seguimiento en la Iglesia, a la luz del Plan de Dios, que les garantiza la realización plena de su dignidad de ser humano, los impulsa a formar su personalidad y les propone una opción vocacional específica: el sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio. Durante el proceso de acompañamiento vocacional se irá introduciendo gradualmente a los jóvenes en la oración personal y la lectio divina, la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación, la dirección espiritual y el apostolado.
d)         Privilegiar en la Pastoral de juventud procesos de educación y maduración en la fe, como respuesta de sentido y orientación de la vida, y garantía de compromiso misionero. De manera especial, se buscará implementar una catequesis atractiva para los jóvenes que los introduzca en el conocimiento del misterio de Cristo, y se buscará mostrarles la belleza de la Eucaristía dominical, que los lleve a descubrir en ella a Cristo vivo y el misterio fascinante de la Iglesia.
e)         La Pastoral de juventud ayudará a los jóvenes a formarse, de manera gradual, para la acción social y política y el cambio de estructuras, conforme a la Doctrina Social de la Iglesia, haciendo propia la opción preferencial y evangélica por los pobres y necesitados.
f)         Urgir la capacitación de los jóvenes para que tengan oportunidades en el mundo del trabajo, y evitar que caigan en la droga y la violencia.
g)         En las metodologías pastorales, procurar una mayor sintonía entre el mundo adulto y el mundo juvenil.
h)         Asegurar la participación de jóvenes en peregrinaciones, en las jornadas nacionales y mundiales de juventud, con la debida preparación espiritual y misionera, y con la compañía de sus pastores.
Ahora bien, para implementar estos principios resulta importante que ustedes, los y las jóvenes, tengan presentes algunos elementos. En primer lugar recuerden el diálogo de la Escritura entre Jesús y el joven "rico" (cfr. Mt 19, 16-22) y, a partir de éste, decidan cual actitud asumir en su propio diálogo personal con el Señor: marcharse entristecidos lejos de Él por conservar algunas "riquezas" (no necesariamente materiales sino usando la palabra en un sentido amplio) o estar dispuestos a recorrer todo el camino con Él. Por otra parte, la meditación en la vida de los primeros discípulos de Cristo es ejemplo e inspiración para los nuevos cristianos (cfr. Hech 2, 42). Del texto anterior se sacan cuatro elementos que pueden aplicarse en el actual contexto social para fortalecer la vivencia cristiana:
•           meditar en la sana enseñanza de los apóstoles y sus sucesores, los obispos,
•           vivir la comunión de bienes compartiendo con los más necesitados los dones y talentos que Dios encomienda multiplicar a sus discípulos (cfr. Mt 25, 14-30),
•           llevar una sana vida sacramental y en especial de coherencia eucarística (cfr. DA 436),
•           y perseverar en la oración personal y comunitaria (cfr. Lc 11, 1-4).

Hoy día, la juventud es la llamada a transmitir el evangelio de la vida, la encargada de hacer presente la nueva vida de Cristo el Señor. Por eso el verdadero ACTUAR  corresponde a ustedes.

CONCLUSIONES
En esta hora, en que renovamos la esperanza, queremos hacer nuestras las palabras de ss. Benedicto XVI al inicio de su Pontificado, haciendo eco de su predecesor, el Siervo de Dios, Juan Pablo II, y proclamarlas para toda América Latina: "¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo! ... quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada -absolutamente nada- de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera... ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida" (DA 15).
Un fruto de abrir de par en par las puertas a Cristo y de alcanzar una mayor participación de ustedes en sus comunidades y parroquias será el cambio que nuestros obispos llaman conversión pastoral. Dicen los pastores:
La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir "lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias" (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta (DA 366).
La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven sus miembros. Su vida acontece en contextos socioculturales bien concretos. Estas transformaciones sociales y culturales representan naturalmente nuevos desafíos para la Iglesia en su misión de construir el Reino de Dios. De allí nace la necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales (DA 367).
La conversión de los pastores nos lleva también a vivir y promover una espiritualidad de comunión y participación, "proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades”: La conversión pastoral requiere que las comunidades eclesiales sean comunidades de discípulos misioneros en torno a Jesucristo, Maestro y Pastor. De allí, nace la actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas. Hoy, más que nunca, el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral. La programación pastoral ha de inspirarse en el mandamiento nuevo del amor (cfr. Jn 13,35) (DA 368).
Encontramos el modelo paradigmático de esta renovación comunitaria en las primitivas comunidades cristianas (cfr. Hech 2, 42-47), que supieron ir buscando nuevas formas para evangelizar de acuerdo con las culturas y las circunstancias. Asimismo, nos motiva la eclesiología de comunión del Concilio Vaticano ll, el camino sinodal en el postconcilio y las anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. No olvidamos que, como nos asegura Jesús, "donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20) (DA 369).
La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que "el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial" (NMI 12) con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera (DA 370).
Por otra parte, vale recordar que Aparecida es buena noticia para los hombres y mujeres del nuevo milenio, pero la noticia sólo se puede hacer vida por medio de la puesta en práctica del mensaje.
Nuestra alegría, pues, se basa en el amor del Padre, en la participación en el misterio pascual de Jesucristo quien, por el Espíritu Santo, nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza al gozo, del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento a la esperanza que no defrauda. Esta alegría no es un sentimiento artificialmente provocado ni un estado de ánimo pasajero. El amor del Padre nos ha sido revelado en Cristo que nos ha invitado a entrar en su reino. Él nos ha enseñado a orar diciendo "Abbá, Padre" (Rom 8,15; cfr. Mt 6,9) (DA 17).
Por tanto, podemos afirmar que esta buena noticia se resume en: Ver el mundo desde el corazón del Padre, Juzgar la realidad desde la obra salvadora del Hijo que se entrega en la cruz por amor a la humanidad y Actuar, en la Iglesia, movidos por la fuerza del Espíritu Santo para que los pueblos de América Latina y El Caribe tengan nueva vida al ser discípulos misioneros de Jesús.

Resumen tomado del documento “A la luz de aparecida”, No. 11: Los Jóvenes al encuentro con Jesucristo, Alexis Rodríquez V., Buena Prensa, 3ª edic., 2010.



V Comisión para la Pastoral de la Familia, Adolescentes, Juventud y Laicos.
Arquidiócesis de León

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