Objetivo de todo el
proceso:
“Profundizar
en el conocimiento del Documento de Aparecida, impregnados del espíritu
eclesial de la Nueva Evangelización,
para seguir formando en todos una conciencia misionera que nos ayude a
realizar la Misión Permanente a través del nuevo Plan Diocesano de Pastoral”.
Itinerario 2014:
·
Enero:
Espiritualidad y Conversión.
·
Febrero:
La Misión
·
Marzo:
Los Laicos
·
Abril:
El Discipulado Misionero
·
Mayo: Familia y Jóvenes.
·
Junio:
Eclesiología y Parroquia.
SUBSIDIO V
SUBSIDIO V
LA
FAMILIA
Una
Buena Noticia para la vida de nuestros pueblos
De la familia se ha dicho en las 4
conferencias generales pasadas (Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo
Domingo) que es formadora de personas, educadora en la fe, promotora del
desarrollo, santuario de la vida… Aparecida, siguiendo en esta misma línea,
afirma que la familia es “Patrimonio de
la Humanidad” y constituye uno de los tesoros más valiosos de los pueblos
latinoamericanos (DA 302).
La familia en este contexto, es el
ámbito de vida social y eclesial en donde repercute con mayor crudeza el cambio
de época que estamos viviendo. Es el
espacio vital más sensible, no sólo porque ahí nacen y crecen las nuevas
generaciones, sino también porque ahí se inician los procesos más
importantes y decisivos en la vida de las personas y por lo tanto de la
sociedad. Con el Papa Benedicto XVI constatamos que sobre ella se acumulan
sombras que amenazan su unidad y su naturaleza (DI 6).
I LA FAMILIA EN EL
CONTEXTO LATINOAMERICANO
Es importante recordar brevemente
las referencias que hicieron las conferencias anteriores a la situación de
nuestras familias y las respuestas
pastorales que dieron en la evangelización de las mismas.
1.1
LA
FAMILIA FUENTE DE VOCACIONES AL SERVICIO DE LA IGLESIA Y
LA SOCIEDAD (RÍO DE JANEIRO).
La
primera Conferencia General, llevada a cabo en Río de Janeiro, tuvo una puntual
preocupación: la falta de vocaciones, la necesidad de Sacerdotes. En éste
contexto, la familia fue valorada,
principalmente, como fuente e instrumento de la obra de vocaciones. En ese
momento la vida familiar no atravesaba por la crisis que atraviesa hoy. Aunque
sabemos que la vida cristiana en la familia y vocaciones están íntimamente
implicadas. En el número 314 de Aparecida se retoma esta dimensión.
1.2.
LA FAMILIA FORMADORA DE PERSONAS, EDUCADORA DE LA FE Y
PROMOTORA DEL DESARROLLO (MEDELLÍN).
·
El paso de una sociedad rural a una sociedad
urbana. Esta constatación sigue siendo hoy todo un desafío pastoral para la
Iglesia en América Latina. No por nada en Aparecida se vuelve con insistencia
sobre la constatación de que el cristiano de hoy no se encuentra más en la
primera línea de la producción cultural,
si no que recibe su influencia y sus impactos. Las grandes ciudades son
laboratorios de esa cultura contemporánea compleja y rural. (DA 509).
·
El proceso de desarrollo (con su carga de
desigualdades). Este es otro aspecto en el cual no podemos presumir de haber
avanzado demasiado. Las desigualdades
son cada vez mayores dejando al descubierto rostros cada vez más dolientes.
·
El rápido crecimiento demográfico
con sus
problemas socioeconómicos, éticos y religiosos. Ese fenómeno hoy adquiere el
rostro de millones de emigrantes y desplazados.
·
“El proceso de socialización que resta a la familia algunos
aspectos de su importancia social y de sus zonas de influencia, pero que deja
intacto sus valores esenciales y su condición de institución básica de la
sociedad global”.
Medellín no sólo mira la
situación; también analiza cual es
la misión de la familia en América Latina y el Caribe:
a.
En
primer lugar se menciona su rol de formadora
de personas. Y se habla de la formación de personalidades integrales. Cosa
que en Aparecida se lo menciona también explícitamente haciendo notar que la
familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de los
hijos (DA 114).
b.
En
segundo lugar, la familia como educadora
de la fe, tiene en el documento de Aparecida una centralidad
extraordinaria. La formación de discípulos misioneros en los ámbitos
familiares, a pesar de las dificultades que general las situaciones irregulares
y difíciles de muchas de nuestras familias, es una de las tareas fundamentales
y urgentes.
c.
En
tercer lugar, Medellín valora a la familia como promotora del desarrollo en cuanto a la primera escuela de virtudes
sociales. La define, junto a Gaudium et Spes, como “escuela del más rico
humanismo” bajo la conciencia, a decir de populorum progressio, de que el
“humanismo completo” es el desarrollo integral. En Aparecida este aporte al
desarrollo de la perspectiva de la educación en los valores cívicos es de vital
importancia.
1.3. LA FAMILIA CENTRO DE COMUNIÓN,
PARTICIPACIÓN Y EVANGELIZACIÓN (PUEBLA).
La tercera conferencia general
celebrada en Puebla, mira a la familia como sujeto y objeto de evangelización y
uno de los centros de comunicación y participación. Se percibe en este concepto
la influencia de Evangeli Nuntiandi. El documento estructura su reflexión bajo
tres aspectos: su situación, iluminación teológica y opciones pastorales.
Se constata también que la realidad
de la familia ya no es uniforme, que existe una acentuada manipulación a favor
de los ídolos del poder, el tener y el sexo, la falta de unidad de criterios de
los Sacerdotes, los acuerdos internacionales para debilitar su valor y
significado, los efectos del desempleo sobre la estabilidad familiar, el
impacto de la pornografía, la prostitución, el alcoholismo, las drogas, la
trata de blancas, madres solteras, niños abandonados, esterilización y aborto
provocado… No obstante hace notar que hay familias que son verdaderas Iglesias
domésticas así como también iniciativas muy interesantes para promoverla.
1.4. LA FAMILIA SANTUARIO DE LA VIDA, DONDE
SE FRAGUA EL FUTURO DE LA HUMANIDAD Y SE
CONCRETA LA FRONTERA DECISIVA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN (SANTO DOMINGO).
La IV conferencia general en Santo Domingo específica
que es necesario hacer la pastoral familiar una prioridad básica, sentida real
y operante. En el contexto de la Promoción humana, la familia y la vida son
desafíos de especial urgencia en la Promoción humana. La familia es el
santuario de la vida, donde se fragua el futuro de la humanidad y se concreta
la frontera decisiva de la nueva evangelización.
II LA FAMILIA: UNA
BUENA NOTICIA.
1.
LA
BUENA NUEVA DE LA FAMILIA EN APARECIDA.
En Aparecida, en un contexto de rica
comunión y fraternidad, dando señales de profunda preocupación pastoral y con
la guía del Papa Benedicto XVI, aparece la familia como una buena nueva (DA
114-119), procurando despertar la conciencia de esta realidad tan antigua y tan
nueva como la humanidad que nace de sus entrañas, y por eso patrimonio de la
misma, llamada hoy a ser un auténtico ámbito de discipulado misionero.
La mirada que aparecida tiene sobre
la familia es muy positiva y agradecida:
·
Fundada
en Sacramento del Matrimonio. DA 433-117.
·
Imagen
de Dios (dimensión trinitaria). DA 434.
·
Riqueza
de la complementariedad sexuada. DA 116.
·
Uno
de los tesoros más importantes en el continente. DI 5.
·
El
valor más querido de nuestros pueblos. DA 435.
·
Patrimonio
de la humanidad. DI 5; DA 302.
·
Escuela
de fe. DI 5; DA 118; 302.
·
Primer
lugar de iniciación cristiana. DA 302.
·
Palestra
de valores humanos y cívicos. DI 5.
·
Hogar
donde nace y se acoge la vida. DI 5.
·
Insustituible
para la serenidad personal y para la educación de sus hijos. Di 5.
·
Lugar
de encuentro de Dios con el Hombre. Jesús optó por vivir en una familia. Eso la
eleva a la dignidad de la Iglesia doméstica. 115 (Lugar de comunión eclesial).
·
Primera
y más básica comunidad eclesial. DA 204.
2.
EJES
TEOLÓGICOS DEL DOCUMENTO DE APARECIDA SOBRE LA FAMILIA.
2.1. DIMENSIÓN TRINITARIA.
La familia creada a imagen de Dios,
está llamada a vivir su unidad en la relación cotidiana entre las distintas
personas y generaciones que la integran. En Aparecida, no sólo el método
utilizado tiene fundamento trinitario; también su eclesiología se fundamenta en
ese ministerio que, a su vez, sustenta una auténtica antropología cristiana.
2.2. DIMENSIÓN CRISTOLÓGICA.
De los múltiples aspectos que
podemos extraer de la Cristología latente en Aparecida me parece fundamental
resaltar el misterio de la Encarnación como iniciativa de Dios que sale al
encuentro del Hombre para hacerse camino de acceso al Padre, verdad que ilumina
a todos los hombres y todo el hombre y vida nueva – Plena para los pueblos.
El encuentro de Dios y el Hombre se
da en un contexto de familia, lo cual la eleva a la dignidad de la Iglesia
Doméstica. Desde entonces la familia ya no sólo es un ámbito de encuentro entre
personas (humanizante); también es un ámbito de encuentro con Dios
(divinizante).
2.3 DIMENSIÓN ECLESIAL
La experiencia de vivir en una
familia cristiana está llama a ser una auténtica experiencia eclesial. No solo
porque sus miembros son bautizados sino porque en su seno se conoce el amor de
Dios, la Fe, la Oración, la Esperanza, el Perdón, la Reconciliación, la
Paternidad, la Afiliación, la Fraternidad, la Sensibilidad Social, la Capacidad
de compartir con los más necesitados, etc. Por eso es una Iglesia Doméstica. Su
potencialidad de crecimiento humano y cristiano es extraordinaria.
Por
amor a la familia y la sociedad, la Iglesia podrá cumplir su misión mediante
una profunda conversión.
2.4 DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA
Junto a la constatación del valor y
centralidad que el actual cambio cultural da a la persona humana y la
valoración que hace de la sencillez, el reconocimiento de lo débil y lo pequeño
de la existencia (DA 52), Aparecida define a la persona humana como “aquel
lugar de la naturaleza donde converge la variedad de los significados en una
única vocación de sentido” (DA 42).
La persona humana es el único ámbito
de la realidad creada capaz de entender y optar libremente sobre la base de
significados que lo movilizan y le dan sentido a sus acciones. Pero sus
decisiones sólo adquieren unidad.
III DESAFÍO Y LÍNEAS
DE ACCIÓN
1. DESAFÍOS PARA LA FAMILIA DE HOY.
1.1. CRISIS DE SENTIDO
La
familia vive en un contexto de profundos cambio de alcance global
(globalización). Uno de los factores determinantes de ésta acelerada
transformación social y cultural es el maravilloso avance científico y técnico,
que por sus enormes posibilidades de manipulación de la vida y las conciencias
mediante una extendida red comunicacional se torna muchas veces en la causal de
opacamiento y fragmentación de la realidad.
Sin
Dios la realidad no es completa y carece de unidad. Esto trae aparejada una
percepción fragmentada de la realidad y una mirada unilateral sobre ella
generando así lo que parece ser la crisis más profunda de la época (DA 36):
ésta es la razón por lo cual muchos estudiosos de nuestra época han sostenido
que la realidad ha traído aparejada una crisis de sentido (DA 37).
La
tradición cultural y religiosa ya no llega a las nuevas generaciones. Comenzó a
erosionarse (DA 38). Los medios de comunicación social dedican gran parte de su
tiempo y dinero a divertir a la sociedad, lo cual no aporta a la gente una
respuesta adecuada a sus profundas búsquedas, al contario acrecienta su
ansiedad por no encontrar ahí el auténtico sentido de la vida. No sólo invade
el ámbito familiar, también interrumpe la transmisión de la fe y los valores,
reemplaza el diálogo intergeneracional y por consecuencia desorienta en la
búsqueda del sentido de la vida (DA 39). A esto se suma la ideología de género
que se encuentra entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida
familiar (DA 40).
Por
eso, lo que asusta a las personas es no lograr reunir el conjunto de todos esos
significados de la realidad en una comprensión unitaria que le permita ejercer
su libertad con un discernimiento y responsabilidad.
No
se trata de la aceptación sino de la diversidad o pluralidad, sino de la falta
de unidad. Sin unidad en la verdad completa (toda la realidad) no puede haber
unidad de sentido (DA 42).
DEGRADACIÓN
DE LO HUMANO Y DEBILITAMIENTO DE SUS
VÍNCULOS
Un segundo aspecto de la realidad
que me interesa destacar, es el mencionado en el número 44: vivimos un cambio de época, cuyo nivel más
profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su
relación con el mundo y con Dios.
Pero
no sólo se trata de un debilitamiento de las relaciones sino también de su
degradación. La identidad misma del varón y la mujer es desnaturalizada
mediante una ideología de género que debilita y menoscaba la vida familiar (DA
40).
Por
eso, la respuesta pastoral a este desafío será la vivencia, a la luz del
capítulo 5 de Aparecida, de la comunión de los discípulos misioneros en la Iglesia. Eso es, la intensa comunión
con el Señor que nos llama a estar con Él en la intimidad (DA 154). En el
ministerio de la comunión trinitaria, fuente, modelo y meta del misterio de la
Iglesia. Todas las relaciones eclesiales tienen su sustento en éste ministerio
(DA 155).
No hay discipulado sin comunión (DA
156).
LA
DEFENSA Y EL CUIDADO DE LA VIDA HUMANA DESDE LA CONCEPCIÓN HASTA SU TÉRMINO
NATURAL.
La así llama cultura de la muerte
desconoce los principios más básicos de la medicina. No trabaja por contribuir
a la vida sino para extraer ganancias económicas a expensas de ella.
Es
un reto nuevo que nos pide ser voz de los que no tienen voz porque en esto se
juega también el fundamento sólido e inviolable de los derechos humanos (DA467).
Solicitud
por las nuevas generaciones
Ellas
son las más afectadas, crecen en la lógica del individualismo pragmático y
narcisista...el futuro es incierto, consideran el cuerpo como punto de
referencia de su realidad presente, tienen adicción por las sensaciones (DA
51).
Todo
esto sin olvidar los que viven en la prostitución, violencia, droga, el
alcohol, la pornografía. Presos de la guerra, las pandillas, las organizaciones
delictivas y enfermedades terminales como el VIH.
La
vida de Jesucristo en nuestras familias
Al
inicio del documento n. 14, los Obispos nos indican el reto fundamental:
mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos misioneros
que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, el encuentro con
Jesucristo.
Ya
que por mucho tiempo se puso la atención en la metodología pastoral buscando
una mayor eficacia, olvidando lo más importante, volver a las fuentes de la
espiritualidad cristiana.
Discipulado
misionero en la familia
Es
tarea de los padres hacer de su familia el primer lugar para la iniciación
cristiana de sus hijos, dándoles un sentido trascendente a sus vidas y
acompañándolos en la elaboración de un proyecto de vida como discípulos
misioneros (DA 303). A lo que se les debe ofrecer una “catequesis familiar”
recomiendan nuestros Obispos, la cual debe estar establecida sobre el sólido
fundamento de la Trinidad-Amor, para que responda a la actual tendencia
individualista, actual tentación de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas
búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe nos llegó a través
de la comunidad eclesial… (DA 156).
En
el itinerario formativo gran reto de los discípulos misioneros ha de tener todo
un proceso de formación que sea un camino de educación por ser clave latente de
esperanza para nuestro continente, en el que hay que tomar en cuenta los
siguientes aspectos fundamentales: (encuentro con Jesucristo, conversión,
discipulado, comunión y misión (DA 278). Integral permanente (DA 279), atender
las diversas dimensiones de la persona (humana y comunitaria, espiritual,
intelectual, pastoral y misionera) (DA 280), acompañándolos en la variedad de
sus vocaciones y compromisos temporales (DA 282), con una seria y profunda
espiritualidad de la acción misionera (DA 284).
1.2.
Perspectiva de familia
La
visión reductiva de la persona y la familia en los ámbitos de debate político,
legislativo y de comunicaciones debilita y deteriora a la sociedad.
Si
queremos una sociedad pujante, creativa y en pleno desarrollo, hace falta
pensar sobre cuál es el modo y el ámbito natural más acorde a la condición
humana que permita a cada persona desarrollar todo su potencial al servicio de
la sociedad. Creer que el estado u otros organismos pueden suplir a la familia
en esto, es no solo una grave equivocación sino también una política que iría
en contra de los mismos intereses que el Estado quiere defender.
A
lo cual los Obispos, desde Aparecida, hacen un serio llamado a quienes
gobiernan nuestros pueblos a defenderla (DA 436).
2. LÍNEAS DE ACCIÓN
a. Asumir la preocupación por la
familia como uno de los ejes transversales de toda acción evangelizadora, con
una pastoral familiar” intensa y vigorosa” (DI 5).
b. En clave de Misión Continental
preparar, formar, y evangelizar de modo permanente a nuestras familias de tal manera que se conviertan
en evangelizadoras (302. 437, b, c, e, g, i).
c. Compromiso eclesial integral y
orgánico (437 a). Estrechen interrelación pastoral con:-el cuidado pastoral de
nuestros niños (438-441),:- juventud y vocacional (446a, c),:- atención pastoral a nuestros adultos mayores
(447-450),:- defensa y promoción de la dignidad, maternidad y participación de
la mujer en la Iglesia y la sociedad (451-458),:- formación y promoción de del
varón como padre de familia (459-463),:- promoción y defensa de la vida humana
(464-469),:- y cuidado del medio ambiente (470-474).
d. Promover una estrecha colaboración entre los
padres de familia y los centros educativos de sus hijos para prevenir y
contrarrestar la inclusión de factores contrarios a la vida, a la familia y a
una sana sexualidad (DA 428-429).
e. Diálogo institucional con los
gobiernos y la sociedad para promover las leyes a favor de la vida, el
matrimonio y la familia (437, d).
f. Correcta y pronta actuación de
los Tribunales eclesiásticos ante pedidos de nulidad matrimonial (437, k).
g. Atención y acompañamiento a
parejas que viven en situación irregular y especialización de agentes de
pastorales (437, j).
h. Creación de centros
parroquiales y diocesanos para atención de personas en situaciones difíciles y
niños abandonados (437, f, l, m, n).
i. Promover investigación sobre
las causas de las crisis familiares (437, h).
j. Compromiso con los más
necesitados (DA 65. 407-430).
DIMENSIÓN DE PASTORAL
JUVENIL
ARQUIDIÓCESIS DE LEÓN
PRESENTACIÓN
Los jóvenes
"representan un enorme potencial para el presente y futuro de la Iglesia y
de nuestros pueblos, como discípulos y misioneros del Señor Jesús", dicen
los Obispos en el Documento de Aparecida; y afirman que son generosos,
sensibles a las causas nobles y no temen al sacrificio ni a la entrega de su
propia vida. Pero también sostienen que los jóvenes le temen a una vida sin
sentido, a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la
droga, el placer, el alcohol y a todas las formas de violencia (cfr. DA 443).
A partir
del fuerte relativismo y subjetivismo del mundo de hoy, acompañado de una
mentalidad pragmática y hedonista, fruto de la cultura postmoderna, convendría
analizar el ámbito juvenil desde el proyecto del Padre, quien envía a su propio
Hijo para que sea luz del mundo y haga arder los corazones de las y los
jóvenes. Sólo así se convertirán en auténticos discípulos misioneros de
Jesucristo.
Hay que
recordar que uno de los compromisos fundamentales de la V Conferencia General
del Episcopado Latino-americano y Caribeño fue la realización de una
"Misión Continental" que ponga a la Iglesia en estado permanente de
misión. Con las y los jóvenes podremos llevar nuestras naves mar adentro, con
el soplo potente del Espíritu Santo, sin miedo a las tormentas, seguros de que
la Providencia de Dios nos deparará grandes sorpresas (DA 551).
INTRODUCCIÓN
Les escribo a ustedes, jóvenes, porque han vencido
al Maligno (1 Jn 2, 13)
Si
ustedes conocen la obra de Tolkien, no en su versión cinematográfica sino por
sus libros, tal vez recordarán este diálogo, entre Gandalf y Frodo, al inicio
de las aventuras:
Siempre después de una derrota y una tregua, la
Sombra toma una nueva forma y crece otra vez. "Espero que no suceda en mi
época" dijo Frodo. “También yo lo espero -dijo Gandalf-Io mismo que todos
los que viven en ese tiempo. Pero no depende de nosotros. Todo lo que podemos
decidir es qué haremos con el tiempo que nos dieron. Y ya nuestro tiempo ha
comenzado a oscurecerse”.
También en la actualidad la decisión que ha de
tomarse es: qué haremos con el tiempo que nos dieron. La Iglesia católica de
América Latina ha decidido que en este tiempo no puede replegarse frente a
quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir
la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados
o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la
novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro
personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros.
Esto no depende de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres
nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y
misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que
quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu (DA 11).
Para encarnar la decisión de la Iglesia, se
necesitan personas que quieran ser protagonistas de la nueva vida para América
Latina y El Caribe. Casi se puede oír el eco de las palabras de Gandalf a Bilbo
en el Hobbit: “Busco a alguien con quien
compartir una aventura que estoy planeando, y es difícil dar con él”. Para
realizar esta búsqueda, los obispos han iniciado una nueva etapa del camino
eclesial en América Latina, con la V Conferencia General del Episcopado en
Aparecida. Haciendo las veces del Mago, vuelven sus ojos a los pequeños,
recordando que de ellos es el Reino (cfr. Mc 10,15) y dicen:
Los
jóvenes constituyen la gran mayoría de la población de América Latina y El
Caribe. Representan un enorme potencial para el presente y futuro de la Iglesia
y de nuestros pueblos, como discípulos y misioneros del Señor Jesús. Los
jóvenes son sensibles a descubrir su vocación de ser amigos y discípulos de
Cristo. Están llamados a ser "centinelas del mañana'; comprometiéndose en
la renovación del mundo a la luz del Plan de Dios (DA 443).
No extraña que los obispos vuelvan sus ojos a los
pequeños. La opción por los jóvenes tiene una larga historia en la Iglesia de
América Latina (cfr. DP 1186, DA 446a). Es más, tiene una historia todavía
mayor en el corazón del Dios hecho hombre, que los mira con amor (cfr. Mc 10,
21). ¿Será posible encontrar, aquí y ahora, con quien compartir la aventura de
la vida? La respuesta la puedes dar tú. Por tanto, el presente escrito se
dirige a buscadores, a los centinelas de la mañana, a los y las jóvenes que han
hecho o quieren hacer una opción por la vida eclesial porque saben que ahí
pueden hallar a Jesucristo, camino, verdad y vida (Jn 14,6), para que, conozcan
la invitación hecha por los pastores en el santuario de Aparecida y asuman su
protagonismo en el mundo actual. El texto sigue el método Ver, Juzgar y Actuar
(cfr. DA 19).
I LA NUEVA FORMA DE LA SOMBRA (EL VER)
Quédate
con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado (He 24, 29b)
Cuando se habla de la realidad, las personas
entienden la palabra de modo distinto. Para algunos lo real es sólo lo
tangible, para otros es más que eso. Hoy parecen ser muy populares los enfoques
como el constructivismo, que afirma que los seres humanos construyen múltiples
realidades (Andersen, 1990); el construccionismo social que sostiene que la
construcción social de la realidad se da por medio del lenguaje (Anderson y
Goolishian, 1990) y las posiciones de filosofía posmoderna que dicen que los
sistemas humanos están formados por relatos, porque el ser humano es un
narrador (White, y Epston, 1993). Estas visiones no se oponen radicalmente al
mensaje de la Escritura, que presenta al ser humano como colaborador del Señor
en el proyecto del mundo (Gén 1, 26-28). Si somos narradores, lo somos de un
relato que trasciende nuestra humanidad. En este esfuerzo por construir la
realidad resulta importante tener presente las palabras de los pastores en
Aparecida:
Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo
es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación
con el mundo y con Dios; "aquí está precisamente el gran error de las
tendencias dominantes en el último siglo... Quien excluye a Dios de su
horizonte, falsifica el concepto de la realidad y sólo puede terminar en
caminos equivocados y con recetas destructivas. Surge hoy, con gran fuerza, una
sobrevaloración de la subjetividad individual. Independientemente de su forma,
la libertad y la dignidad de la persona son reconocidas. El individualismo
debilita los vínculos comunitarios y propone una radical transformación del
tiempo y del espacio, otorga así un papel primordial a la imaginación. Los
fenómenos sociales, económicos y tecnológicos están en la base de la profunda
vivencia del tiempo, al que se le concibe fijado en el propio presente, tiene
concepciones de inconsistencia e inestabilidad. Se deja de lado la preocupación
por el bien común para dar paso a la realización inmediata de los deseos de los
individuos, a la creación de nuevos y, muchas veces, arbitrarios derechos
individuales, a los problemas de la sexualidad, la familia, las enfermedades y
la muerte (DA 44).
El Señor de los anillos, presenta la metáfora de la
sombra para identificar el mal. En la actualidad, el enfoque de la realidad que
excluye a Dios del horizonte, sería la nueva forma que asume la sombra. Esta
forma afecta especialmente a los jóvenes. La cultura postmoderna, con sus
aspectos contradictorios y cuestionadores, causa un fuerte impacto en el hombre
y la mujer de hoy, sobre todo en los jóvenes. Si por un lado, ella ayuda a
rescatar el valor de la subjetividad y de la individualidad, la importancia de
la afectividad y de la sexualidad humana, la ética de la vida, la búsqueda de
la felicidad y de la realización personal, por el otro, han generado un fuerte
relativismo y subjetivismo, acompañados de una mentalidad pragmática y
hedonista, con serias consecuencias en el campo de los valores humanos y
cristianos.
En la visión de la Iglesia, para que ustedes jóvenes
sean renovadores de la sociedad, o sea, constructores de un nuevo modo de ser,
tendrían que partir de un verdadero proyecto de vida, en el cual no excluyan la
trascendencia de su camino, sino que la integren en las diversas dimensiones de
su existencia (cfr. DA 280). Los obispos han puesto cuidado a esta situación y
afirman que: La realidad actual nos exige mayor atención a los proyectos
formativos de los Seminarios, pues los jóvenes son víctimas de la influencia
negativa de la cultura postmoderna, especialmente de los medios de comunicación
social; esto produce la fragmentación de la personalidad, la incapacidad de
asumir compromisos definitivos, la ausencia de madurez humana, el
debilitamiento de la identidad espiritual, entre otros, situaciones que
dificultan el proceso de formación de auténticos discípulos y misioneros (DA
318).
Si la frase anterior se aísla de su contexto, podría
dar la impresión de que los jóvenes son sujetos pasivos que se limitan a sufrir
las consecuencias de un mundo hecho por adultos. Nada más lejos de la realidad.
El protagonismo juvenil en la vida eclesial se ha destacado desde hace mucho
tiempo; basta recordar las palabras del Papa Pablo VI:
“es
necesario que los jóvenes bien formados en la fe y arraigados en la oración, se
conviertan cada vez más en los apóstoles de la juventud. La Iglesia espera
mucho de ellos. Por nuestra parte, hemos manifestado con frecuencia la
confianza que depositamos en la juventud” (EN 72).
Hoy esta confianza se renueva y la esperanza se
incrementa. Pero, ante las nuevas circunstancias, se necesitan criterios
sólidos para enfrentar los retos. No se puede incidir en el mundo sin tener una
sólida formación, de lo contrario se corre el riesgo de ser niños llevados a la
deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina (cfr. Ef 4,14).
La formación siempre es clave en la vida, se asemeja
a los cimientos de una construcción (Mt 7, 21-27). Estos cimientos son
colocados tanto en el hogar como en la relación personal con maestros que
conozcan al Señor.
Además de las relaciones interpersonales, una sólida
formación debe estar enmarcada en un contexto determinado; esta
contextualización exige la utilización de métodos concretos. La conferencia de
Aparecida ha decidido que: en continuidad con las anteriores Conferencias
Generales del Episcopado Latinoamericano, este documento hace uso del método
ver, juzgar y actuar. Este método implica contemplar a Dios con los ojos de la
fe, a través de su Palabra revelada y el contacto vivifican te de los
Sacramentos, a fin de que, en la vida cotidiana, veamos la realidad que nos
circunda a la luz de su providencia, la juzguemos según Jesucristo, Camino,
Verdad y Vida, y actuemos desde la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo y
Sacramento universal de salvación, en la propagación del reino de Dios, que se
siembra en esta tierra y que fructifica plenamente en el Cielo (DA 19).
II EL PROYECTO DEL PADRE Y EL ENCUENTRO CON
JESUCRISTO (JUZGAR)
La luz
brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron (Jn 1, 5)
Un cuento conocido, uno de estos tan populares hoy
en el Internet, es útil para iniciar esta segunda sección:
Hace cientos de años, había un hombre en una ciudad
de Oriente. Un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando
una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin
luna como aquella. En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo
lo mira y de pronto lo reconoce, se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo,
entonces le dice: ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú
no ves... Entonces, el ciego le responde: -Yo no llevo la lámpara para ver mi
camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que
otros encuentren su camino cuando me vean a mí... No sólo es importante la luz
que me sirve a mí sino también la que yo uso para que otros puedan también
servirse de ella.
En relación a este cuento alguno podrá decir
"ya la conozco", o "qué ganaría yo con una luz que no puedo
utilizar", o "bonita anécdota". Pero, manteniendo la orientación
asumida en este escrito, que plantea la responsabilidad de los jóvenes en la
gestación de un mundo nuevo, resuenan con fuerza las palabras de los obispos:
Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo;
seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que
el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado. Con los ojos iluminados
por la luz de Jesucristo resucitado, podemos y queremos contemplar al mundo, a
la historia, a nuestros pueblos de América Latina y de El Caribe, y a cada una
de sus personas (DA 18).
La historia de Guno recuerda que lo esencial no es
la oscuridad que impera ni las formas que la sombra pueda tomar, sino la luz
que brilla en las tinieblas (cfr. Is 60, 1-4) Y que éstas no pueden vencer
(cfr. [n 1, 5). Esa luz, que por medio de ustedes el Señor envía a las naciones
(cfr. Is 42, 6-7). Pero, ¿cómo pasar de una anécdota a la posibilidad de
valorar la realidad actual a la luz de la gracia?
El reto de
asumir la realidad humana desde los criterios del Padre, que envía a su Hijo
para que sea luz del mundo y haga arder los corazones mientras explica las
Escrituras (cfr. Lc 24, 32), implica que los juicios de discernimiento sean
distintos a los razonamientos de éxito que normalmente plantea la sociedad.
Este camino es un proceso que no puede aprenderse en la teoría sino que ha de
llevarse a la práctica. Pero por razones pedagógicas puede explicarse desde dos
elementos. Por un lado es un recorrido que abarca toda la realidad del ser
humano, es un proceso integral. Por otro, implica un camino de crecimiento
humano a la luz del Señor. Dos numerales de Aparecida ilustran ambos aspectos.
En primer lugar, DA 280 ilustra la visión integral
del ser humano:
La formación abarca diversas dimensiones que deberán
ser integradas armónicamente a lo largo de todo el proceso formativo. Se trata
de la dimensión humana comunitaria, espiritual, intelectual y
pastoral-misionera.
a) La Dimensión Humana y Comunitaria.
Tiende a acompañar procesos de formación que lleven
a asumir la propia historia y a sanarla, en orden a volverse capaces de vivir
como cristianos en un mundo plural, con equilibrio, fortaleza, serenidad y
libertad interior. Se trata de desarrollar personalidades que maduren en el
contacto con la realidad y abiertas al Misterio.
b) La Dimensión Espiritual.
Es la dimensión formativa que funda el ser cristiano
en la experiencia de Dios, manifestado en Jesús, y que lo conduce por el
Espíritu a través de los senderos de una maduración profunda. Por medio de los
diversos carismas, se arraiga la persona en el camino de vida y de servicio
propuesto por Cristo, con un estilo personal. Permite adherirse de corazón por
la fe, como la Virgen María, a los caminos gozosos, luminosos, dolorosos y
gloriosos de su Maestro y Señor.
c) La Dimensión Intelectual.
El encuentro con Cristo, Palabra hecha carne,
potencia el dinamismo de la razón que busca el significado de la realidad y se
abre al Misterio. Se expresa en una reflexión seria, puesta constantemente al
día a través del estudio que abre la inteligencia, con la luz de la fe, a la
verdad. También capacita para el discernimiento, el juicio crítico y el diálogo
sobre la realidad y la cultura. Asegura de una manera especial el conocimiento
bíblico teológico y de las ciencias humanas para adquirir la necesaria
competencia en vista de los servicios eclesiales que se requieran y para la
adecuada presencia en la vida secular.
d) La Dimensión Pastoral y Misionera.
Un auténtico camino cristiano llena de alegría y
esperanza el corazón y mueve al creyente a anunciar a Cristo de manera
constante en su vida y en su ambiente. Proyecta hacia la misión de formar
discípulos misioneros al servicio del mundo. Habilita para proponer proyectos y
estilos de vida cristiana atrayentes, con intervenciones orgánicas y de
colaboración fraterna con todos los miembros de la comunidad. Contribuye a
integrar evangelización y pedagogía, comunicando vida y ofreciendo itinerarios
pastorales acordes con la madurez cristiana, la edad y otras condiciones
propias de las personas o de los grupos. Incentiva la responsabilidad de los
laicos en el mundo para construir el Reino de Dios. Despierta una inquietud
constante por los alejados y por los que ignoran al Señor en sus vidas.
Por otra parte, el proceso implica una serie de
etapas que DA 278 ilustra:
En el proceso de formación de discípulos misioneros,
destacamos cinco aspectos fundamentales, que aparecen de diversa manera en cada
etapa del camino, pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí:
a) El Encuentro con Jesucristo: Quienes serán sus discípulos ya lo buscan (cfr. Jn
1, 38), pero es el Señor quien los llama: "Sígueme" (Mc 1, 14; Mt
9,9). Se ha de descubrir el sentido más hondo de la búsqueda, y se ha de
propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Este
encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio
del kerygma y la acción misionera de la comunidad. El kerygma no sólo es una
etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del
discípulo de Jesucristo. Sin el kerygma, los demás aspectos de este proceso
están condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al
Señor. Sólo desde el kerygma se da la posibilidad de una iniciación cristiana
verdadera. Por eso, la Iglesia ha de tenerlo presente en todas sus acciones.
b) La Conversión: Es la respuesta inicial de quien ha escuchado al
Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu, se decide a ser su
amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de pensar y de vivir, aceptando la
cruz de Cristo, consciente de que morir al pecado es alcanzar la vida. En el
Bautismo y en el sacramento de la Reconciliación, se actualiza para nosotros la
redención de Cristo.
c) El Discipulado: La persona madura constantemente en el
conocimiento, amor y seguimiento de Jesús Maestro, profundiza en el misterio de
su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Para este paso, es de fundamental
importancia la catequesis permanente y la vida sacramental, que fortalecen la
conversión inicial y permiten que los discípulos misioneros puedan perseverar
en la vida cristiana y en la misión en medio del mundo que los desafía.
d) La Comunión: No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en
las familias, las parroquias, las comunidades de vida consagrada, las
comunidades de base, otras pequeñas comunidades y movimientos. Como los
primeros cristianos, que se reunían en comunidad, el discípulo participa en la
vida de la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo el amor de
Cristo en la vida fraterna solidaria. También es acompañado y estimulado por la
comunidad y sus pastores para madurar en la vida del Espíritu.
e) La Misión: El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor,
experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de
ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el
amor y el servicio en la persona de los más necesitados; en una palabra, a construir
el Reino de Dios. La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe
entenderse como una etapa posterior a la formación aunque se la realice de
diversas maneras, de acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración
humana y cristiana en que se encuentre la persona.
En síntesis, ambos numerales plantean a los
discípulos de Cristo la necesidad de recorrer un camino gradual e integral para
capacitarse y poder así forjar cambios que hagan una diferencia en el mundo. Es
notable como la visión actual del ser humano tiende a destacar algún elemento y
a marginar otros. Por ejemplo, se enfatiza lo físico y se olvida la espiritual
o se sobrevalora lo individual por encima de lo social. El número 280 del DA
implica que quien quiera traer luz al mundo tendrá que partir de una visión
integral del ser humano, no se pueden excluir aspectos esenciales del ser
humano si se quiere responder a la realidad actual desde el proyecto del Padre.
Por otra parte el numeral 278 recuerda como el encuentro con Jesús es el que
permite que haya un cambio en la persona, para que ésta entre en un camino de
crecimiento que le permita ser parte de la comunidad, y desde esta nueva
realidad, pueda incidir en el mundo con la fuerza de Cristo.
Ningún camino es perfecto, tampoco lo es el de la
Iglesia. Hoy se hacen críticas muy serias por la falta de coherencia en muchos
bautizados o por los diversos enfoques que se busca implementar en el servicio
eclesial. Cabe destacar que estas situaciones no son nuevas, como es el caso
que nos presenta el Nuevo Testamento con San Marcos, que nos recuerda, que
nunca el seguimiento de Cristo está exento de conflictos, tanto a lo interno de
la persona, como al interior de la comunidad. Pero también testimonia que a
pesar de las crisis que se puedan enfrentar siempre hay nuevas oportunidades de
decidirse a servir al Señor y a su pueblo.
III CORRESPONDER A LA ENERGÍA DEL ESPÍRITU SANTO
(ACTUAR) Ustedes son la luz del mundo (Mt 5, 14a)
Según el evangelio de Lucas (cfr. Lc 4, 14-30),
cuando Jesús inicia la etapa de su existencia que llamamos "su vida
pública", retoma el texto de Is 61, 1-11 para describir cómo es el
Espíritu del Padre quien lo capacita para su misión. Hoy es también el Espíritu
quien debe conducirlos a ustedes a llevar la buena noticia de la vida a un
mundo en tinieblas. Por tanto, después de presentar una visión muy general
desde el DA de la situación actual, es necesario entrar a analizar cuál puede
ser el papel de ustedes, los jóvenes, en la renovación de la sociedad con la
fuerza del Espíritu. Es momento para regresar al Señor de los anillos.
Cuando Gandalf aconseja a sus amigos antes de la
última batalla afirma:
-Otros males podrán sobrevenir, porque Sauron mismo
no es nada más que un siervo o un emisario. Pero no nos atañe a nosotros
dominar todas las mareas del mundo, sino hacer lo que está en nuestras manos
para el bien de los días que nos ha tocado vivir, extirpando el mal en los
campos que conocemos, y dejando a los que vendrán después una tierra limpia
para la labranza. Pero que tengan solo lluvia, no depende de nosotros.
¿Qué males de su tierra están llamados ustedes a
extirpar? ¿Qué acciones pueden emprender para dejar a las futuras generaciones
unos campos limpios para la labranza? (cfr. Mt 13, 3-9). Es posible responder a
las interrogantes anteriores con las palabras de los pastores en Aparecida:
Por otro lado, constatamos con preocupación que
innumerables jóvenes de nuestro continente atraviesan por situaciones que los
afectan significativamente: las secuelas de la pobreza, que limitan el
crecimiento armónico de sus vidas y generan exclusión; la socialización, cuya
transmisión de valores ya no se produce primariamente en las instituciones
tradicionales, sino en nuevos ambientes no exentos de una fuerte carga de
alienación; su permeabilidad a las formas nuevas de expresiones culturales,
producto de la globalización, lo cual afecta su propia identidad personal y
social. Son presa fácil de las nuevas propuestas religiosas y pseudo
religiosas. La crisis, por la que atraviesa la familia hoy en día, les produce
profundas carencias afectivas y conflictos emocionales (DA 444).
Están muy afectados por una educación de baja
calidad, que los deja por debajo de los niveles necesarios de competitividad,
sumado a los enfoques antropológicos reduccionistas, que limitan sus horizontes
de vida y dificultan la toma de decisiones duraderas. Se ve ausencia de jóvenes
en lo político debido a la desconfianza que generan las situaciones de
corrupción, el desprestigio de los políticos y la búsqueda de intereses
personales frente al bien común. Se constata con preocupación suicidios de
jóvenes. Otros no tienen posibilidades de estudiar o trabajar, y muchos dejan
sus países por no encontrar en ellos un futuro, dando así al fenómeno de la movilidad
humana y la migración un rostro juvenil. Preocupa también el uso indiscriminado
y abusivo que muchos jóvenes hacen de la comunicación virtual (DA 445).
Son tantas las olas que nos corresponde dominar, que
las palabras del Señor a Josué, hijo de Nun, tienen que resonar en muchos
corazones:
Sé fuerte y valiente, porque tu vas a dar a este
pueblo la posesión del país que juré dar a sus padres. Basta que seas muy
fuerte y valiente, teniendo cuidado de cumplir toda la Ley que te dio mi siervo
Moisés. No te apartes de ella ni a derecha ni a izquierda, para que tengas
éxito adondequiera que vayas (Jos 1,6-7).
Haciendo eco de estas palabras, dicen los pastores
que los jóvenes:
No temen el
sacrificio ni a la entrega de la propia vida, pero sí una vida sin sentido. Por
su generosidad, están llamados a servir a sus hermanos, especialmente a los más
necesitados con todo su tiempo y vida. Tienen capacidad para oponerse a las
falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la droga, el
placer, el alcohol y todas las formas de violencia. En su búsqueda del sentido
de la vida, son capaces y sensibles para descubrir el llamado particular que el
Señor Jesús les hace. Como discípulos misioneros, las nuevas generaciones están
llamadas a transmitir a sus hermanos jóvenes sin distinción alguna, la
corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en comunidad
construyendo la Iglesia y la sociedad (DA 443).
En cada lugar y en cada situación los males son
diversos. Por eso las respuestas ante las situaciones también tienen que ser
específicas. La Iglesia puede dar principios orientadores, pero estos
principios han de ser implementados de acuerdo a cada realidad y según los
recursos y características específicas de cada situación. Por ejemplo, las
líneas pastorales ofrecidas para los jóvenes en Aparecida (DA 446) son los
siguientes:
a) Renovar,
en estrecha unión con la familia, de manera eficaz y realista, la opción
preferencial por los jóvenes, en continuidad con las Conferencias Generales
anteriores, dando nuevo impulso a la Pastoral de Juventud en las comunidades
eclesiales (diócesis, parroquias, movimientos, etcétera).
b)
Alentar los Movimientos eclesiales, que tienen una pedagogía orientada a la
evangelización de los jóvenes, e invitarlos a poner más generosamente al
servicio de las Iglesias locales sus riquezas carismáticas, educativas y
misioneras.
c) Proponer
a los jóvenes el encuentro con Jesucristo vivo y su seguimiento en la Iglesia,
a la luz del Plan de Dios, que les garantiza la realización plena de su
dignidad de ser humano, los impulsa a formar su personalidad y les propone una
opción vocacional específica: el sacerdocio, la vida consagrada o el
matrimonio. Durante el proceso de acompañamiento vocacional se irá
introduciendo gradualmente a los jóvenes en la oración personal y la lectio
divina, la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación,
la dirección espiritual y el apostolado.
d) Privilegiar
en la Pastoral de juventud procesos de educación y maduración en la fe, como
respuesta de sentido y orientación de la vida, y garantía de compromiso
misionero. De manera especial, se buscará implementar una catequesis atractiva
para los jóvenes que los introduzca en el conocimiento del misterio de Cristo,
y se buscará mostrarles la belleza de la Eucaristía dominical, que los lleve a
descubrir en ella a Cristo vivo y el misterio fascinante de la Iglesia.
e) La
Pastoral de juventud ayudará a los jóvenes a formarse, de manera gradual, para
la acción social y política y el cambio de estructuras, conforme a la Doctrina
Social de la Iglesia, haciendo propia la opción preferencial y evangélica por
los pobres y necesitados.
f) Urgir
la capacitación de los jóvenes para que tengan oportunidades en el mundo del
trabajo, y evitar que caigan en la droga y la violencia.
g) En
las metodologías pastorales, procurar una mayor sintonía entre el mundo adulto
y el mundo juvenil.
h) Asegurar
la participación de jóvenes en peregrinaciones, en las jornadas nacionales y
mundiales de juventud, con la debida preparación espiritual y misionera, y con
la compañía de sus pastores.
Ahora bien, para implementar estos principios
resulta importante que ustedes, los y las jóvenes, tengan presentes algunos
elementos. En primer lugar recuerden el diálogo de la Escritura entre Jesús y
el joven "rico" (cfr. Mt 19, 16-22) y, a partir de éste, decidan cual
actitud asumir en su propio diálogo personal con el Señor: marcharse
entristecidos lejos de Él por conservar algunas "riquezas" (no
necesariamente materiales sino usando la palabra en un sentido amplio) o estar
dispuestos a recorrer todo el camino con Él. Por otra parte, la meditación en
la vida de los primeros discípulos de Cristo es ejemplo e inspiración para los
nuevos cristianos (cfr. Hech 2, 42). Del texto anterior se sacan cuatro
elementos que pueden aplicarse en el actual contexto social para fortalecer la
vivencia cristiana:
• meditar
en la sana enseñanza de los apóstoles y sus sucesores, los obispos,
• vivir
la comunión de bienes compartiendo con los más necesitados los dones y talentos
que Dios encomienda multiplicar a sus discípulos (cfr. Mt 25, 14-30),
• llevar
una sana vida sacramental y en especial de coherencia eucarística (cfr. DA
436),
• y
perseverar en la oración personal y comunitaria (cfr. Lc 11, 1-4).
Hoy día, la juventud es la llamada a transmitir el
evangelio de la vida, la encargada de hacer presente la nueva vida de Cristo el
Señor. Por eso el verdadero ACTUAR
corresponde a ustedes.
CONCLUSIONES
En esta hora, en que renovamos la esperanza,
queremos hacer nuestras las palabras de ss. Benedicto XVI al inicio de su
Pontificado, haciendo eco de su predecesor, el Siervo de Dios, Juan Pablo II, y
proclamarlas para toda América Latina: "¡No teman! ¡Abran, más todavía,
abran de par en par las puertas a Cristo! ... quien deja entrar a Cristo no
pierde nada, nada -absolutamente nada- de lo que hace la vida libre, bella y
grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con
esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición
humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos
libera... ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se
da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a
Cristo y encontrarán la verdadera vida" (DA 15).
Un fruto de abrir de par en par las puertas a Cristo
y de alcanzar una mayor participación de ustedes en sus comunidades y
parroquias será el cambio que nuestros obispos llaman conversión pastoral.
Dicen los pastores:
La conversión personal despierta la capacidad de
someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos,
presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas,
estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que
implica escuchar con atención y discernir "lo que el Espíritu está
diciendo a las Iglesias" (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos
en los que Dios se manifiesta (DA 366).
La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del
contexto histórico donde viven sus miembros. Su vida acontece en contextos
socioculturales bien concretos. Estas transformaciones sociales y culturales
representan naturalmente nuevos desafíos para la Iglesia en su misión de
construir el Reino de Dios. De allí nace la necesidad, en fidelidad al Espíritu
Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas
espirituales, pastorales y también institucionales (DA 367).
La conversión de los pastores nos lleva también a
vivir y promover una espiritualidad de comunión y participación,
"proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se
forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las
personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias
y las comunidades”: La conversión pastoral requiere que las comunidades
eclesiales sean comunidades de discípulos misioneros en torno a Jesucristo,
Maestro y Pastor. De allí, nace la actitud de apertura, de diálogo y
disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de
todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas. Hoy, más que nunca,
el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral. La
programación pastoral ha de inspirarse en el mandamiento nuevo del amor (cfr.
Jn 13,35) (DA 368).
Encontramos el modelo paradigmático de esta
renovación comunitaria en las primitivas comunidades cristianas (cfr. Hech 2,
42-47), que supieron ir buscando nuevas formas para evangelizar de acuerdo con
las culturas y las circunstancias. Asimismo, nos motiva la eclesiología de
comunión del Concilio Vaticano ll, el camino sinodal en el postconcilio y las
anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.
No olvidamos que, como nos asegura Jesús, "donde están dos o tres reunidos
en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20) (DA 369).
La conversión pastoral de nuestras comunidades exige
que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente
misionera. Así será posible que "el único programa del Evangelio siga
introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial" (NMI 12) con
nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que
sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión
misionera (DA 370).
Por otra parte, vale recordar que Aparecida es buena
noticia para los hombres y mujeres del nuevo milenio, pero la noticia sólo se
puede hacer vida por medio de la puesta en práctica del mensaje.
Nuestra alegría, pues, se basa en el amor del Padre,
en la participación en el misterio pascual de Jesucristo quien, por el Espíritu
Santo, nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza al gozo, del
absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento a la esperanza que no
defrauda. Esta alegría no es un sentimiento artificialmente provocado ni un
estado de ánimo pasajero. El amor del Padre nos ha sido revelado en Cristo que
nos ha invitado a entrar en su reino. Él nos ha enseñado a orar diciendo
"Abbá, Padre" (Rom 8,15; cfr. Mt 6,9) (DA 17).
Por tanto, podemos afirmar que esta buena noticia se
resume en: Ver el mundo desde el corazón del Padre, Juzgar la realidad desde la
obra salvadora del Hijo que se entrega en la cruz por amor a la humanidad y
Actuar, en la Iglesia, movidos por la fuerza del Espíritu Santo para que los
pueblos de América Latina y El Caribe tengan nueva vida al ser discípulos
misioneros de Jesús.
Resumen tomado del documento “A la luz de
aparecida”, No. 11: Los Jóvenes al encuentro con Jesucristo, Alexis Rodríquez
V., Buena Prensa, 3ª edic., 2010.
V
Comisión para la Pastoral de la Familia, Adolescentes, Juventud y Laicos.
Arquidiócesis
de León
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